Das una vuelta por el Fontán y está muerto. Ni rastro de la sidra sabatina ni del pincho de picadillo. Ni un alma en la plaza porticada. Estas semanas cierran por vacaciones algunos establecimientos de la zona. Sigue por allí algún desafortunado toldo y alguna que otra más lograda sombrilla de loneta. Las sillas apiladas recuerdan que no todo está perdido, que la animación volverá.
Te imaginas, no obstante, cómo serían de lóbregas esa y otras plazas sin sillas, sin lonetas, sin ruidos, ideal objetivo para algunos tristes portavoces de la Asociación de Vecinos del Oviedo Antiguo. Esa es la ciudad muerta que quieren. A falta de adictos, como tú, a alguna droga líquida y verde y algún pincho picante y sólido, quizá se encuentren, si insisten en insistir, el merodeo de otras adicciones, como estos días observas entre las columnas aprovechando esos trechos de recogimiento tan lánguidos y prolongados.
Te imaginas, no obstante, cómo serían de lóbregas esa y otras plazas sin sillas, sin lonetas, sin ruidos, ideal objetivo para algunos tristes portavoces de la Asociación de Vecinos del Oviedo Antiguo. Esa es la ciudad muerta que quieren. A falta de adictos, como tú, a alguna droga líquida y verde y algún pincho picante y sólido, quizá se encuentren, si insisten en insistir, el merodeo de otras adicciones, como estos días observas entre las columnas aprovechando esos trechos de recogimiento tan lánguidos y prolongados.
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