Estos días te caduca el carné de conducir. Tráfico te mandó una carta a casa hace más de un mes con unas instrucciones muy claras sobre los requisitos para la renovación. Incluso te enviaba una especie de permiso provisional.
También hace unos meses el mismo centro en el que hiciste el reconocimiento médico para la renovación anterior, te recordó que seguían existiendo.
En casa, en el cuarto de los libros, entre tú y tu hija tenéis un batiburrillo de padre y muy señor mío y no encuentras el papel que te mandó este centro de reconocimiento porque puede estar ahí o metido dentro de un libro o de unos folios o en la mesita de noche o en los cajones de la cocina con el metro, las tiritas, las tijeras del pescado y de todo, cuerdas, gomas, o puede estar en un cajón de la salita entre las guías telefónicas, bolsas en buen estado de Media Mark o de Zara, posavasos, folletos publicitarios ya caducados o velas de algún lejano cumpleaños. A saber.
Total, que como no recuerdas lo que te pedían, te acercaste ayer por la tarde hasta el centro para ver qué se necesitaba: tres fotografías y los carnets de identidad y de conducir. Dices que te interesa ir al día siguiente por la mañana y que a qué hora puedes ir y te dicen que a cualquier hora.
Te pegas una escapada pasadas las doce hasta la mitad de la calle Uría, a cinco minutos de tu oficina, llegas, entregas las fotos, firmas un papel y a los tres minutos ya te están tomando la tensión. Sales y al momento tienes que hacer de Fernando Alonso conduciendo un coche con cada mano y procurando en vano que no se te salga nunca de la calzada. Antes de llegar a la meta te dicen que vale ya, y en unos instantes te están probando la agudeza visual. Dudaste al final entre una A y una R mayúscula.
Pagaste cincuenta y dos euros y antes de que hubiera pasado media hora te dieron ya un carnet provisional válido para unos meses. Y que no te preocupes de nada que ya Tráfico te lo mandará a casa. ¿Y no hay que ir a Tráfico? No hay que ir.
Cuando vas al médico de la Seguridad Social o cuando tienes ido al Hospital nunca te cobraron nada, pero ¿cuántas horas tienes echado allí? ¿que no son cosas comparables? De acuerdo, pero el pensamiento va por libre y tú asocias y comparas.
Acto seguido, y aunque solo sea porque trabajas en una empresa clasificada jurídicamente como entidad pública empresarial, de regreso a la oficina, buscas argumentos a favor de lo público. Te cuesta encontrarlos mientras caminas porque, además, vienes dando vueltas a la conversación del café de media mañana (que podías haber perdonado, dado que ibas a pegarte una escapada) en donde salió la cuestión de la diferencia de criterios e intereses entre una empresa ferroviaria privada, que intenta que los trenes lleguen rápidamente a destino, y una pública, preocupada también por lo mismo, pero casi al mismo nivel por cuadrar actas, datos y estadísticas.
Cuando llegas a tu mesa encuentras una nota: que llamaron para preguntar si estabas seguro de que un índice determinado que pasaste por correo electrónico era un 6,95 y si más bien no sería un 6,59.
Te consuelas pensando que a lo mejor en la clínica de donde acabas de venir alguien en la trastienda está ya metiendo tus datos en alguna base, y en algún sitio saldrá cocinada una estadística sobre los que fueron de vaqueros o con falda pantalón, o una media ponderada sobre el color del pelo.
2007/06/14
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