2020/07/03

SOLDADOS DE SALAMINA, de Javier Cercas

Cercas novela el proceso de investigación de unos hechos ocurridos hace entonces sesenta años: el destacado falangista Sánchez Mazas, escondido en un bosque, se libra de un fallido fusilamiento colectivo y logra escapar. Es descubierto en su escondite por un miliciano, que le perdona la vida, acontecimiento u omisión, más bien, próximo a lo milagroso. Sentimos en ese momento descripciones minuciosas de quien teme la muerte y a la vez espera la libertad o el canje por otros presos de otros colores. Los hechos ocurren en una Cataluña republicana a punto perder la guerra.

Sánchez Mazas fue el carnet número 4 de la Falange, llegó a Ministro sin cartera de Franco y es el padre del escritor Sánchez Ferlosio. Se tienen noticias de que el propio Sánchez Mazas dejó escritas unas notas que relatan lo ocurrido, que serían el germen de una novela a la que el propio protagonista daría forma. Las pesquisas para dar con la verdad son la columna vertebral de la novela, entremezclado con el proceso de creación de la propia novela que estamos leyendo, por el autor, Javier Cercas. Los papeles se entremezclan hasta el punto de parecer que Soldados de Salamina no solo es la novela de Cercas, sino la de Sánchez Mazas.

La trama avanza entre varios escollos: la creciente dificultad de encontrar supervivientes; que la memoria no haya distorsionado la realidad; la laboriosidad del cotejo de documentos; las complicadas entrevistas con los supervivientes; los avances y retrocesos en la investigación. Se vive con el autor la desbordante alegría de encontrar un dato y la inmensa decepción de una pista falsa. Tuve la certidumbre sin fisuras de que lo que Sánchez Mazas le había contado a su hijo (y lo que este me contó a mí) no era lo que recordaba que ocurrió, sino lo que recordaba haber contado otras veces. Hechos, en definitiva, casi tan remotos como la batalla de Salamina.

Cercas dibuja a Sánchez Mazas como un notable poeta, articulista y  novelista, sin que su talla llegue al tamaño de los más grandes, pero su pensamiento ideológico no ha de ser óbice para reconocer la valía de su obra literaria. Vindicar a un escritor falangista no es vindicar a un falangista sino vindicar a un escritor. Cercas reflexiona sobre la aparente contradicción entre entre las belicosas ideas falangistas y su apolítico y estetizante quehacer literario. Yo había sabido que aquel hombre culto, refinado, melancólico y conservador, huérfano de coraje físico y alérgico a la violencia, sin duda porque se sabía incapaz de practicarla, durante los años veinte y treinta había trabajado como casi nadie para que su país se sumergiera en una salvaje orgía de sangre.

En la balanza se pesan varios aspectos de su personalidad: Siempre fue un hombre esquinado, soberbio y despótico, pero no mezquino ni vengativo, y por eso en aquella época la antesala de su despacho oficial hervía de familiares de presos ávidos de lograr su intercesión en favor de antiguos conocidos o amigos a los que el final de la guerra había confinado en las celdas de la derrota. Nada permite pensar que no hizo cuanto pudo por ellos. Gracias a su insistencia, el Caudillo conmutó por la de cadena perpetua la pena de muerte que pesaba sobre el poeta Miguel Hernández, pero no  la que un amanecer de noviembre de 1940, ante un pelotón de fusilamiento, acabó con la vida de Julián Zugazagoitia, buen amigo de sánchez Mazas y ministro de la Gobernación en el el gabinete de Negrín. 

La novela se estructura en tres capítulos con su correspondiente título.

El primero, Los amigos del bosque, ambienta la situación.

El capítulo central lleva el mismo título que la novela. Antes de marcharse, Sánchez Mazas nos dijo que iba a escribir un libro sobre todo aquello, un libro en el que apareceríamos nosotros. Iba a llamarse Soldados de Salamina; un título raro, ¿no?. En consecuencia, Soldados de Salamina es también el título de la novela que iba a escribir Sánchez Mazas sobre la aventura de su vida y, sobre todo, de su fallido fusilamiento y de la supervivencia en plena guerra civil. Unas anotaciones, una especie de diario de aquellos días servirían de guión, un diario del que desaparecieron algunas hojas. Soldados de Salamina también es la recreación de Cercas de esa novela.

En el último capítulo, el periodista Cercas parece dar con el miliciano que perdonó la vida al falangista. Quizá el relato no es exacto pero es verosímil. La elección tan cuidadosa de las palabras otorgaban a los hechos un suplemento de realidad. Ahí se vive la corazonada de dar con el autor del perdón o de inventarlo. El lector finalmente decidirá su el relato fue verídico o verosímil.

- ¡Chucha, Javier -exclamó Bolaño-. Ahí tienes una novela cojonuda. Ya sabía yo que estabas escribiendo.
- No estoy escribiendo. Contradictoriamente añadí-: Y no es una novela. Es una historia con hechos y personajes reales. Un relato real.
- Da lo mismo -replicó Bolaño-. Todos los buenos relatos son relatos reales, por lo menos para quien los lee, que es el único que cuenta. De todos modos, lo que no entiendo es cómo puedes estar tan seguro de que Miralles es el miliciano que salvó a sánchez Mazas.
- ¿Quien te ha dicho que lo esté? Ni siquiera estoy seguro de que estuviera en El Coller...

Según la novela avanza hacia el final, las frases de van alargando, dejan sin aliento al lector para destacar el valor de los soldados, de cualesquiera soldados que, sin pensar, avanzan haciendo buena la frase de Spengler de que la civilización la salva un pelotón de soldados. Caminando hacia delante bajo el sol negro del ventanal, sin saber muy bien hacia dónde va ni con quién va ni por qué va, sin importarle mucho siempre que sea hacia delante, hacia delante, hacia delante, siempre hacia delante.

(Por cierto, la foto de Robert Capa, extraordinaria. Ceremonia de despedida a los voluntarios de las Brigadas Internacionales. Barcelona, 25 de octubre de 1938).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Primera novela que leí de Javier Cercas hace muchos años. Tantos como transcurrieron desde su primera edición. Desconocía al autor pero me interesó la lectura de la contraportada y la de las primeras páginas a las que eché un vistazo. Lo compré y leí de un tirón.
Me gustó mucho y reconocí en Javier Cercas los signos de un buen escritor.
Leí posteriormente algunos de sus artículos y entrevistas que le hicieron.
Sigo creyendo que es un gran escritor. Pero no volví a leer ninguna otra obra suya. Por opción. Es difícil cambiar "les maníes" a mi edad.

Salud y saludos, Luis.

Victoria