2019/01/05

ESCAPARATES NAVIDEÑOS

Sales de casa camino del trabajo, dispuesto a contabilizar con qué adornan los comerciantes los escaparates, si con el Nacimiento, si con Papá Noel, o con qué (o con nada).

Empiezas por una acera para volver por la otra.

Para el bar de abajo no existe la Navidad, al menos visto desde fuera; la guardería está obligada a la asepsia; la floristería luce unos colgantes de papeles de colores, nada especiales; en la peluquería simulan un nacimiento, en el que distintos frascos hacen de Virgen María, San José o el Niño; en la tienda de cervezas artesanas no ves nada especial; la clínica, nada; la tienda de pinturas echó la persiana metálica y nada, igual que la papelería vecina; los chinos colocaron un arbolito de navidad y también un nacimiento, más como artículos venales que de ornato propio; la clínica odontológica, sin espacio para adornos; la mueblería, nada; la oficina de discapacidad, nada, pura opacidad verdosa; la correduría de seguros muestra un nacimiento con figuras enormes pero también un Papá Noel de similar estatura; la mercería, bastante tiene con sus cachivaches; la boutique de paraguas, otro tanto; la tienda de la energía solar, pura austeridad ecológica; la agencia inmobiliaria, nada; en la mueblería estilosa sobrevuelan sobre una cama una bandada de pajaritos blancos de papel, pero no sabes si son navideños o vuelan todo el año; la división de seguros y de informática de los grandes almacenes no se mojó; el ambulatorio central no está para derroches; la lencería tiene hueco para unas bolas, lo que no es de extrañar; la relojería, persianas seguras; la perfumería, unos colgantucos; la casa de juegos, nada; con el bingo no tenemos suerte; en su cafetería-restaurante, nada; en el garaje, a saber lo que habrá en las profundidades; en el restaurante que quedó huérfano, nada destacable desde el exterior; en la tienda de decoración, luces navideñas; la tienda del equipo de fútbol local está a la defensiva, y no da pistas; se supone que la iglesia dejaría un espacio central para el Niño Jesús, pero a la hora a la que pasas no llegaron ni los pobres; donde venden colchones no hay adornos; en la tienda informática, lo mismo; tampoco en el cafetón contiguo; en el revoltijo de al lado, no encontraron un hueco para la poesía si no es vendible; en la joyería, nada; en otro batiburrillo de todo, tampoco; en el banco gris, quedan solo los cajeros, no hay hueco para personas;  en la moda infantil pegaron unos papanoeles en el cristal; en la librería infantil, estrellitas colgantes del techo, un arbolito y muñecos de nieve; en la tienda de ropa deportiva, un arbolito blanco; en la papelería se ve un pequeño nacimiento y también un árbol de tiras de papel; en la tienda de ropa, unos adornos, pero habría que volver después de Reyes para comprobar si eran artilugios navideños o de hoja perenne; la mediana superficie, persianas, aunque las estanterías estarán surtidas de turrones y cava; en la panadería-confitería medio lenense pegaron unos arbolitos y un Papá Noel en la luna; la peluquería muestra un completo nacimiento con musgo y numerosos figurantes, pero no logras adivinar si la moda capilar es uniforme; la cafetería, nada; en la tienda de regalos se levanta un gran árbol cargado de lo propio: regalos; en la boutique, algún reno tira de un trineo y alguna locomotora de purpurina arrastra la mercancía, vigilados por un entrañable viejecito nórdico de barba blanca; la mediana superficie de confección, de una austeridad monacal, en su línea de tristeza; la boutique de la esquina, imita a su vecina; el banco ex asturiano anuncia futuros, ya no están en sus escaparates antiguos héroes locales pasados caídos en desgracia; en la peluquería vemos un nacimiento básico pero enorme; en la pizzería cuelgan bombillas navideñas; en el sex shop, un pino, como es natural; en la tienda de juguetes, luces navideñas; el night club, cerrado a cal y canto, como lugar triste que es; el restaurante que en el divorcio ganó más el nombre que la clientela, nada; el bar del oeste y el fútbol, nada desde la calle, pero en el interior sabes de un fuerte apache luminoso lejanamente navideño; el bar vecino, nada a simple vista. No hay más en el viaje de ida.

Vuelves por la otra acera y de momento te encuentras con que la mueblería no amuebló las fiestas; el bar que despista con el patronímico, tampoco; la vinatería de la esquina gastó algo en unas pocas luces, pero desconoces el año del gasto; para la impresora de camisetas, diciembre y enero son como los demás meses; la herboristería colgó unas cintucas; el bar azul no se sabe si está abierto o cerrado; del nuevo burger cuelgan algunas luces; la tienda de los trofeos deportivos empató a cero; en el revoltijo de ropas, un Papá Noel se asoma de un con el gusto mortecino habitual de la tienda; el salón de belleza, feo; la agencia de viajes llenó el escaparate de exotismo: una casa nórdica, un trenín, un árbol y un Papá Noel viejo; el gourmet extremeño, unas bolas; la cafetería que anuncia sidra, algún motivo en el techo; la boutique de la esquina, un ligerísimo toque navideño; la cafetería, un Papá Noel asomándose a la ventana; la casa de belleza, un arbolín en un tiesto; la sidrería del gran río, nada; la cafetería vecina, lo mismo; en la mueblería levantaron un gran nacimiento de figuras tan grandes como austeras, a juego con el próximo rótulo de derribo; la multicopiadora venida a menos, nada, la boutique femenina, un abeto blanco y alguna luz; la boutique americana, algún colgante chino; la fotocopia no clavó nada; la boutique de niños, una tristeza, nada; la casa de belleza ata un árbol con una especie de sogas luminosas; la lencería mínima, un miniarbolín que no pasa de diez centímetros; la inmobiliaria, nada; la cafetería otoñal, tampoco; la tienda del chocolate no endulza la vista al peatón; en la tienda de complementos luce un árbol desnudísimo, menos abrigado que los compañeros maniquíes; en el restaurante chino asoma un reno que más parece de Siberia que de la Manchuria; a la casa de apuestas no le van los juegos ornamentales navideños; la farmacia combina Papá Noel y nacimiento con estilo; la tienda de informática no programó nada especial; en la librería sin libros asoman unos arbolinos con algo de luz; la tienda juvenil no desiguala el escaparate con ningún elemento extraño; el escaparate de las novias, combina el blanco natural con colgantes planteados; el banco rosa que aspira a la independencia, nada; en la tienda de ropa femenina, un árbol
y unas bolas, contradiciendo el sexo; en la zapatería lusitana, un árbol estiloso; la tienda de jabón sorprende con un nacimiento, no de su materia prima, sino de corcho; en la tienda de deportes no se juega a nada; en el hotel, cae la nieve sobre un árbol luminoso; la tienda de decoración se supone minimalista a juzgar por un Papá Noel de menos de una cuarta; la empresa de reformas hincha el escaparate con un gran Papá Noel hinchable; la vinatería, nada, quizá por estar cerrado por vacaciones; en la sastrería dejaron unas grandes cajas para regalos ya envueltos, y un árbol; el quiosco no anuncia ninguna buena nueva, al menos con los símbolos de esperar; la zapatería de la esquina de la moza espericada, nada; la cafetería del jazz, sin música celestial ni nada; la zapatería transalpina, una bola y algún motivo; en la joyería de bisutería abundante lucen escuetas una bola y una estrella; en la farmacia, en el pequeño escaparate hicieron hueco para el nacimiento con la mula y el buey y su estrella colgante, que traerá noticias de salud o salvación, de etimología hermana; la zapatería, nada; la mediana superficie enfadada con sus compañeros de la patronal por tener que pagar más a sus trabajadores, y de paso enfadada con éstos, nada; otra inmobiliaria, nada; la cafetería geométrica tampoco; la peluquería low cost, un Papá Noel pegado en el cristal haciendo juego con el minimalismo económico; en la inmobiliaria desahuciaron portales y árboles; en la cafetería que cobija a los cuponeros dejaron una estrella; en la tintorería, un árbol, con unas livianas perchas haciendo de ramas; la joyería clausurada y la pescadería, persianas abajo a juego; en los  electrodomésticos se ven tres originales cafeteras disfrazadas de reyes arrodillados ante quien mire desde la acera, pero empatan con una aspiradora estilizada rematada por un gorro de Papá Noel.

Estás en la casilla de salida.  Es lo que hay.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

O vives muy lejos del trabajo, o vives en una zona muy muy muy comercial.

Anónimo dijo...

¿Cómo que la lencería tiene hueco para unas bolas?
Donde venden colchones sobran los adornos, porque un colchón es para lo que es, sin más adminiculos.
La iglesia no deja un espacio para el Niño Jesús y por lo visto no ha aparecido ni el niño Carlos, ni su padre, ni su madre... porque a lo mejor ya no quedan ni pobres.
La Navidad... peor que la peregrinación a La Meca, que tiene más adeptos. Con la muerte de Franco se perdió la fe hasta en la Navidad. Y no es porque no haya lamentaciones.

Anónimo dijo...

En las fiestas de cumple de los niños se adorna la estancia con globos, guirnaldas, papeles de colores, confeti y en estas fiestas de navidad somos parcos, independientemente de la fe religiosa. Las navidades se reducen exclusivamente a los regalos de Papá Noel y a los regalos de Reyes. Yo reivindico el espíritu navideño, sin cursilerías, sin ñoñeces, con la fe religiosa que cada uno tenga, pero con espíritu festivo. Pronto celebraremos el año nuevo chino, o el ramadán, como ya celebramos el halloween.