Todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión, incluso Silvino Lantero, que saliendo de posiciones clásicas de la izquierda llega a donde llega, pero arrepentidos los quiere Dios.
Si otros retroceden y triunfan con la pluma, también tienes derecho a contar historias hacia atrás, comenzando por ese domingo en el que excepcionalmente paseas por el rastro del Fontán y crees encontrar esos dos libros que te faltan de una colección, pero no los coges porque no estás totalmente seguro de si son esos u otros.
El sábado por la noche también habías retrocedido en el tiempo yendo a comer los callos a Pola de Lena, tradición en la que no te prodigas demasiado.
Al mediodía, sorprendiste en el entorno de la catedral a un amigo que casaba (bueno, se casaba ella) a una hija y sacaste unas fotos de tapadillo para dar una sorpresa.
Antes, mientras leías La Nueva España, diste buena cuenta de una sidra y el pincho de picadillo, que tenías bien merecido después del arduo trabajo de colocar un espejo teniendo tan olvidados los conceptos más elementales de la geometría. Una necesaria marcha atrás.
Anteriormente, por la mañana te habías ejercitado en otra rama del saber, la historia. Hay que estar un poco así para ponerse a leer a Tácito, pero te sorprendes de cómo en algunos aspectos las ambiciones y miserias humanas son las mismas ahora que en tiempos de Augusto y de Tiberio.
Volvemos al principio, que es el final. Si eres una persona medianamente culta lo debes a esos libros de bolsillo GT o Grandes Temas (de los que te faltan dos) que la editorial Salvat publicó semanalmente en el año 1973. Uno de ellos era La explosión demográfica. Entonces y durante muchos años, leías que el aumento de la población era uno de los peligros de la Humanidad. Más tarde, con el tiempo, leíste teorías y declaraciones más matizadas. El aumento de la población, de malo pasaba a ser necesario, por ejemplo, si se corría el riesgo de vaciado de una región o un país. No lo tienes del todo claro. Por una parte si una ciudad, una región o un país son polos de atracción, no es mala señal. Es una manifestación más de la oferta y la demanda. La población se desplaza (si hay libertad) hacia los puntos donde las expectativas son más favorables.
El despoblamiento se ve en general como señal de empobrecimiento. No ves que sea necesariamente así. Echas en falta otros indicadores. En caso contrario, habría una regla proporcional según la cual a mayor población (incluso a mayor densidad de población) mayor progreso. Así en Nueva York se vivirá mejor que en Madrid; en Madrid mejor que en Gijón; en Gijón, mejor que en Pola de Siero, etc. y no crees que esa teoría se cumpla.
Como Silvino Lantero, reivindicas tu derecho a la marcha atrás y a la empanada mental, que es la paranoia de la duda.
2011/10/18
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1 comentario:
NYC con explosión y sin explosión,la mejor ciudad del mundo.I Love NY
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