Vas con tu madre a la compra mensual en el ALIMERKA de Pola de Lena. A un kilómetro aproximadamente acaba de abrir MERCADONA. Quizá porque lo sabes o porque lo quieres ver, te parece que esta mañana hay menos gente que otras ocasiones.
Tienes confianza con algún empleado y, si antes de la apertura, te habían mostrado su temor, ahora muestran pavor a las consecuencias directas de la competencia. Le preguntas si ya conoce Mercadona y, bajando la voz y ocultando la mirada, te dice que no con un levísimo gesto. No sabe lo que le puede ocurrir si algún responsable de Alimerka ve por Mercadona a un empleado de la casa.
Admiras esa candidez y ese amor a la empresa. Tiene su lógica y su encanto. Si ni los propios empleados compran en su empresa, apaga y vámonos. A veces, sin embargo, y siendo bienpensado, es necesario entrar en el negocio de la competencia para comparar, incluso con la sana intención de importar la idea. Es perfectamente posible en una tienda: puedes entrar en un supermercado, en un concesionario de coches, en una tienda de ropa sin comprar nada, simplemente con la intención de comparar. Más difícil lo tienes si trabajas en el transporte ferroviario: tendrás que consumir viajes en Alsa o en un Alsa Supra o en un vuelo comercial, si quieres valorar lo que ofrece la competencia.
Por otra parte parece que si ves en Mercadona al dependiente de Alimerka, es un traidor, pero si ves al Director Comercial, o simplemente, al encargado de una tienda, está comparando muestras o precios.
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