Píldora es una palabra sonora. Todas las esdrújulas lo son. Además es onomatopéyica. Te recuerda a un disparo. Acción directa, sin pensar. Disparar. Ya. Fin.
Últimamente te bombardean con píldoras, en este caso, píldoras formativas, llegadas todas por correo electrónico. No sabrías definir en pocas palabras en qué consisten. Pensabas que eran meras ocurrencias. Tu hija te dice que también ella manda a veces píldoras, no formativas, tampoco deformativas. Entonces la cosa va en serio y tú eres un antiguo.
Sigues sin saber qué son las píldoras, así que te ilustras en el María Moliner y resultan ser pastillas de medicamentos. Aquí tienes una preocupación: si te mandan píldoras es porque no estás bien, a lo mejor sufres la enfermedad de la obsolescencia mental. Avanzas, sin embargo diccionario adelante, y te encuentras con la última acepción: tragarse uno una píldora es creer una patraña. Aclarado, pues. No obstante, si el guión exige dorar la píldora, se dora.
2011/10/27
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