Están como locos los policías, los clérigos, los historiadores, los archiveros, rastreando las grabaciones de las cámaras de seguridad de Santiago intentando buscar una pista acerca de quién haya podido birlar el famoso códice calixtino.
En este ámbito de las videograbaciones todos se la cogieron tanto con papel de fumar, que cuando hace falta una grabación, no existe, o la cámara está fuera de hora, o la imagen está distorsionada o no está enfocada hacia el punto importante, o cualquier otra minucia que anula la importante inversión realizada.
Crees que ocurre porque como las grabaciones (incluyes aquí las de trenes y estaciones) no están accesibles a casi nadie, no hay manera de que alguien denuncie o advierta de que determinado equipo no funciona. Quizá haya quien visione en directo muchas imágenes desde una sala central de control, pero ese visionado no garantiza que el sistema de grabación funcione. Nadie ajeno al sistema de seguridad puede nunca comprobar nada si no es infringiendo alguna ignota ley que nadie aclara, con lo que acaba ocurriendo que como nadie puede advertir de las deficiencias, cuando alguien grita ¡Que viene el lobo! ya es tarde porque el lobo se zampó a la ingenua Caperucita.
Es lo que hay
Al servicio de quien me quiera: Porque sí y porque sé
Hace 11 horas
1 comentario:
Todo por ahorrarse unos euros y por una notable ausencia de cultura de seguridad.
Saludos.
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