Acudes a la presentación de la última novela de Fulgencio Argüelles, tu siempre dices que de la banda del Seminario, pero mejor sería decir que de la desbandada del Seminario.
Se trata de LA SOMBRA DE LOS ABEDULES, ambientada en el siglo IX, bajo el reinado de Alfonso III, casualmente la calle en la que vives.
Se encarga de presentar el acto Javier Fernández Conde, que lo hace en su calidad de reconocido medievalista, aunque también fue rector del Seminario y profesor tuyo de Historia de las religiones. Leíste en la prensa la reseña oportuna, pero te gustó más la foto que el texto, con alguna incorrección (el lugar de nacimiento del autor) y una visión particular de la presentación, como puede ser ésta que estás intentando.
http://www.lne.es/sociedad-cultura/2011/04/09/fulgencio-arguelles-sombra-abedules-novela-aprendizaje/1058459.html La foto (autor Fernando Geijo, habrá que estar atento a este fotógrafo) refleja qué ocurrió en la presentación: una intervención brillante de Conde, seguida con permanente y escrutadora mirada por Fulgencio, que intentaría captar, más allá de lo que el presentador decía, lo que pensaba, lo que ocultaba, lo que quedaba entre líneas. En la foto aparece perfectamente reconocible Conde en primer plano, pero difuminado, dejando el perfil nítido de la foto al autor del libro que se presentaba.
La presentación de Conde fue brillante, apoyándose en esas fichas que tan caras eran aquella generación de profesores de los años setenta. Cuenta como anécdota que cuando Fulgencio le entregó el borrador de su novela LOS CLAMORES DE LA TIERRA, para que le formulara como historiador las observaciones oportunas, realizó varias sobre fechas, personajes o lugares, pero antes de entregarlas se encontró con que el libro ya estaba en la imprenta. El historiador lo agradeció y a partir de ahí tomó conciencia de que la novela histórica cuenta historias verosímiles en un microcosmos bien trabado, y que si los hechos no ocurrieron así, no importa porque bien podrían haber ocurrido. Hasta el título mantiene resonancias poéticas.
El abedul crece en lugares de mediana altura e incluso cuando de niño apacentaba el ganado, podía disfrutar de la sombra de los abedules de aquellos prados.
No es una novela de acción. Los viajes que se describen se dirigen hacia el interior de uno mismo, hacia el interior del joven Melendo, que viaja de la mano de Magilo, un príncipe antiguo, y de un maestro monje, Flaíno, que le enseña las cosas y los saberes, por ejemplo, los clásicos de la literatura griega y latina que van desfilando por el libro.
Por su parte Fulgencio agradece las palabras de Conde, asegurando que es uno de los pocos sabios que nos quedan en la tribu. Fulgencio cree en la novela aunque se suela asegurar que lo que la novela dice lo logran la televisión, el periodismo, internet, y que llegan a más gente.
Fulgencio cree en el entusiasmo del escritor y del lector. El asombro es hermoso y necesario y nos hace más altos, más grandes por dentro y puede hacernos mejores. Psicólogo de formación, como relata la crónica, apuntó la posible relación entre la disminución de lectores de novelas y el aumento de psicoterapeutas. No sabes si significa esto una purga del pasado, en el que tampoco le fue mal, porque tuvo tiempo para la escritura (fuera de jornada, por supuesto), y lo que es mejor, le facilitó una muy interesante prejubilación para permitir, ahora sí a jornada completa, escrutar en el alma de personas y personajes reales e imaginados. Asegura que si Kafka hubiera ido al psicólogo, quizá no hubiera escrito una sola novela.
A la gente seria no le interesa la novela. La gente seria certifica, comprueba, razona, no imagina, no le interesan los mitos. No sabe que en el inconsciente colectivo están los diálogos de Platón, atajos de la imaginación para llegar a la verdad. La gente seria confunde lo serio (los editoriales del País), con lo profundo (los chistes de El roto, también en El País). La gente seria suele considerar inútil la creación literaria, y puede que sea tan inútil como la belleza o como el amor, inutilidades que amamos sobremanera y tanto necesitamos. Alejarse del arte es perder la capacidad de reconocer la belleza.
Intenta que los personajes actúen de forma consecuente con su personalidad. Los imagina en un mundo antiguo y pero los obliga a sentir como siente él, a interrogarse como lo hace él, porque la luna es la misma, el agua tiene idéntica fuerza, el viento sopla con el mismo ímpetu, la lluvia empapa, los remansos transmiten paz, el amor trastorna, los abedules regalan sombra igual entonces que ahora.
Elige la Edad Media quizá porque se parece mucho al inconsciente. Hay dos grandes misterios: el inconsciente y la personalidad profunda, la pobreza de espíritu. Sobre la marcha, dando un toque de actualidad, añade la sombra de los mercados financieros, que es como el canto profundo de los cisnes que nunca mueren. Y aquí encuentras otra autoflagelación, él, que como psicólogo ocupó puestos relevantes en la banca. Lo permanente es la verdad de la condición humana, el cimiento del sentido común y no los avances tecnológicos o las serias disposiciones de quienes legislan.
El sentido común está en los mitos poéticos. Por eso regresa el inconsciente colectivo de la edad media. La sabiduría está en la experiencia de los ancianos, ellos poseen los secretos del tránsito de la naturaleza a la cultura, porque poseen el conocimiento de los mitos. Melendo es ese adolescente que se hace todas las preguntas; Magilo es la sabiduría, es la memoria de lo originario.
Hay una idea primera: la fusión del cristianismo con las ideas paganas. La nueva fe debe abrirse paso en un terrero ocupado por costumbres antiguas. Tiene que apoyarse en ritos antiguos. Nunca se produjo el fin del paganismo entendido como abatimiento, más bien hubo una transformación.
Esto hubo que situarlo en un paisaje: Cenera, el entorno en el que creció y reside. Por lo demás, su novela pretende entretener e instruir.
Si no queréis acabar en las consultas de los psicólogos y de los psiquiatras, leed novelas, muchas novelas, concluye.
2011/04/10
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario