¿Qué será el gerol?
No lo sabes bien, pero vas a contar dos anécdotas.
Te viene a la oficina un viajera de todos los días, quizá de tu edad, para quejarse de que una máquina de billetes de Oviedo le tragó dos euros. Intentas inútilmente aclarar que esa cuestión es de otro departamento, incluso de otra empresa. Te cuesta dar esas explicaciones y que la gente no marche con la idea de que entre todos los estamos mareando. Difícil papeleta que tú no entenderías si te tocara al otro lado del mostrador. Fue irse y arrepentirte de tu falta de reflejos para encontrar una alternativa.
Cuando hubo marchado (ahí queda eso), te preguntan qué embajada traía la señora y sin darte tiempo a responder, te aseguran:
- A esa la conozco yo bien. Es una bruja.
Al día siguiente por la mañana, tuviste suerte de encontrártela por la calle cuando estabas llegando a la oficina. Le preguntaste si había arreglado el asunto de los dos euros. No. Le pides la tarjeta de viaje y le aclaras que, tal como le dijiste ayer, tendría que acudir a otras instancias, pero le compensarás los dos euros en viajes. A las doce te llega a la oficina con, calculas, un cuarto de kilo de pastas.
- Hombre, pero si esto te costó mucho más que los dos euros.
- Es por el detalle.
Por esa justicia matemática que a veces se encuentra en el fondo de los casos, pudiste repartir una pasta para todos los de la oficina y no sobró ninguna.
Al día siguiente llega otra señora rebotada de picar todas las puertas, también de tu edad. Saca unos legajos y en definitiva resulta que no tiene para sacar el billete que la lleve hasta Gijón, donde tiene que arreglar unos papeles para percibir una mísera pensión, una prórroga del paro,…no le prestas demasiada atención porque, además, te parece que huele al acido úrico al que se refirió off the record el tertuliano de Telemadrid. Le das 2,75 euros para que saque un billete. Te promete que por la tarde te los devuelve
- No hace falta.
Por la tarde llegó la señora con tres euros y el billete, con lo que probaba no haber gastado los euros en vino.
Cuando cuentas estas anécdotas, surge un debate, con dos versiones:
- Hay buena gente por el mundo.
- También hay mucho hijoputa.
Después de las anécdota prometidas, un chascarrillo que a lo mejor ya contaste alguna vez.
Se apea en una estación del lejano oeste americano un forastero que le pregunta al jefe de estación, mientras corretea un niño por el andén:
- Oiga, ¿en este pueblo la gente es tan malvada como dicen, que están siempre pensando cómo joderle a uno?
- Así es.
En el tren siguiente llega otro viajero y se repite la operación:
- Oiga, ¿en este pueblo la gente es tan buena como dicen, siempre con intención de ayudar a los demás y hacer el bien?
- Así es, amigo.
El niño, pese a estar a lo suyo, quedó sorprendido y, cuando se alejó el último forastero, preguntó:
- ¿Cómo es que cuando habló con el primero, le dijo que aquí eran malos, y cuando preguntó el segundo, que eran buenos?
- Hijo, cuando uno llega a un sitio, encuentra lo que busca.
Y aquí te acuerdas de una frase de tu padre, que no puedes desentrañar con la única ayuda del diccionario, cuando decía que alguien estaba de mal gerol.
Era una frase de su tierra.
2010/11/19
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Mi abuela, de Escobar de Campos, también utilizaba esa expresión, aunque yo siempre pensé que era romani.
Mi madre también lo usaba.... y era asturiana, aunque afincada en tierras bercianas
Y cuando así se ponía....
Juvenal
Q guapas todas las historias... Lo de sembrar y recoger...
Q guapas todas las historias... Lo de sembrar y recoger...
A veces es dificil valorar a los demás por la apariencia, por el aspecto... hay gente que nos sorprende y nos humilla, por haber pensado mal de ella.
Bien por los que aún a fondo perdido, ayudan a estos necesitados, que pueden ser protestones o pobres... pero no de espíritu y luego muestran su agradecimiento.
Tambien puede ser debido al movimiento pendular: la estupidez de uno la compensa la comprensión del otro y se le agradece con mayor vehemencia.
Publicar un comentario