LA POLICÍA Y LOS INOCENTES

Prometes que para escribir este titular tuviste que buscar en la prensa digital el nombre de la joven asesinada en Sevilla. Te sonaba “Del Castillo” porque es inevitable y porque alguno de los blogs que incluyes entre tus favoritos incorporaban un banner con su foto. En estos casos macabros evitas leer nada ni ver telediarios ni especiales aunque a veces una ojeada te resulta inevitable.

Quieres tener en este momento un recuerdo para los policías de este y de otros casos y también para los ciudadanos sospechosos también de este y de otros que acabaron resultando inocentes. Te viene a la mente en este momento el nombre de Sheila Barrero, joven asesinada hace unos años en el concejo minero del Degaña, colindante con la provincia de León, en el occidente asturiano. Su familia se moviliza con frecuencia pidiendo justicia, concretamente pidiendo que se impute al novio de la joven, que estuvo detenido y que fue el principal sospechoso.

Te imaginas a los policías de cualquiera de estos casos, el de Marta del Castillo, el de Sheila, el de Sonia Carabantes, el de Rocío Wanninkof, sometiendo a duros interrogatorios a una serie sospechosos. De todas ellos solamente uno o dos en cada caso acabaron condenados como culpables.

No te imaginas a ningún servicio de Atención al Cliente de la Policía tirar de teléfono después de cada sentencia firme:
- Le llamo de la Policía. Vd. ya lo tendrá olvidado, porque pasó tanto tiempo, pero es para pedirle disculpas por el interrogatorio al que le sometimos hace ocho años cuando murió aquella joven...
- No me olvidé. Sueño todas las noches con aquella mazmorra.

Duro trabajo el de esta sección de la Policía. Sin duda, su estándar de escrúpulos tiene que ser otro al del resto de ciudadanos. Cuando terminas de escribir esa frase te preguntas ¿Tiene que ser otro?

Técnica difícil la de investigar sin vulneración de los derechos fundamentales.

Lo dicho: va por la policía y por los ciudadanos sospechosos-inocentes, con experiencias tan iguales y tan contrarias.