2007/07/13

EL HOMBRE TIRADO

Hace unos días leíste en la prensa local que un mendigo conocido como Aurelio permaneció un buen rato tirado en la calle y que la gente estaba consternada o escandalizada por la tardanza de la policía en llegar y en intervenir. Más tarde la policía declaró que el hombre no quería ir a ninguna institución ni a ningún sitio. Quería estar donde estaba. Eso ocurrió en la calle Nueve de Mayo, calle muy transitada en la parte superior del Centro Comercial Salesas y a un paso de Uría, la arteria principal de la ciudad.
No crees que el periodista reflejara con fidelidad el estado de la gente. Simplemente piensas que la gente no quiere ver cosas desagradables, que sabe que existen, pero no quiere verlas, no quiere ver muñones, ni pobres, ni otras molestias visuales.
La lectura de esa noticia te recordó que unos días antes, concretamente a las ocho de la tarde del 28 de junio, cuando ibas de retirada, después de dar una vuelta por la Corrada del Obispo, te encontraste con una persona tirada junto a unos cubos de la basura.
Estuviste observando a distancia un buen rato, observándolo a él (se movía) y observando a la gente. A veces algún peatón dudaba, miraba para los alrededores, si iba con alguien lo comentaban y miraban si eran observados; alguno hizo ademán de sacar su teléfono móvil. Tu tampoco hiciste nada, simplemente te quedaste a distancia como si estuvieras esperando a alguien o haciendo tiempo.
Supones que ya alguien habría llamado, pero después de diez minutos decides ponerte en contacto con el 012, cuentas lo que ves, das el nombre de la calle y concretas que es en “Alcalde García Conde”, en el número 5, junto a la sidrería La Noceda.
Pasa el tiempo, paseas arriba y abajo, no ves llegar ninguna ambulancia ni ningún coche de la policía. Te entran dudas sobre el nombre de la calle, porque tienen la arraigada costumbre de no disponer de placas en las esquinas actuales sino en otros edificios que alguna vez, años ha, fueron esquinas. En uno de los paseos te das cuenta de que dijiste mal la calle. No es Alcalde García Conde, sino Víctor Chávarri. Te pasa habitualmente con estas dos calles, que una es continuación de otra. No acabas de entender por qué, si las callas continúan físicamente, a partir de una intersección cambian de nombre. En fin, no te sirve de disculpa porque de sobra sabes que el mendigo estaba en la calle Víctor Chávarri.
Te desplazas un poco para estar cerca del número 5 de la calle Alcalde García Conde por si apareciera algún vehículo policial o médico por ese número, pero sin perder de vista al mendigo. Como pasan quince minutos vuelves a llamar al 012 para rectificar la ubicación y entonces te dicen que ya tienen conocimiento, pero que esa persona rechaza la ayuda. No sabes si es el mismo Aurelio que saldría unos días después en la prensa.
Piensas en la solidaridad, en el compromiso, en la libertad individual, en los centros de acogida, en los impuestos, en las desigualdades, en la suerte y en la mala suerte, en los siquiátricos, en la antipsiquiatría y también en el esfuerzo individual de cada uno, porque unos metros más abajo ves salir del portal a un ecuatoriano que te tiene admirado. Lo conoces porque tenéis coincidido en el cibercentro de La Lila. A este ecuatoriano le falta la pierna derecha desde por encima de la rodilla, pero es un prodigio verle en la bicicleta, con la típica muleta pasada de moda que se apoya en el sobaco. Además de la pierna tiene una lesión en un brazo y un labio leporino.
Vuelven a rondarte las mismas ideas: el tesón, la suerte, y te acuerdas de Spencer y los evolucionistas y su teoría de “La lucha por la vida”.

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