Haces memoria y te parece que no conoces a ninguna víctima del terrorismo. Sí crees conocer, pero no estás seguro, a una chica de tu edad (luego no tan chica) de Pola de Lena, de Villallana exactamente, que murió en el 11-M. Cuando viste su foto en los periódicos te sonaba su cara, no sabes si de La Pola, si de la iglesia o incluso de haber salido alguna vez en pandilla, desde luego sería una vez, porque las caras no se te borran tan fácilmente.
Ella vivía en Madrid. Te enteraste más tarde dónde vivían sus padres, muy cerca de la vía. El tren pasa a veinte metros de su casa y quedará para siempre como la casa de la chica que murió en los atentados de Madrid. Cuando vas en el tren con alguien miras necesariamente hacia ese lugar y dices al que vaya contigo: “Esa es la casa de la que murió en el 11-M”. O te lo dice él a ti.
Peor será para sus padres, que cada vez que vean pasar un tren de Cercanías, igualito que los que explotaron en Madrid se acordarán de su hija.
Tampoco conoces a ningún familiar de ninguna víctima, hasta hoy, cuando en la portada de La Nueva España ves una foto con el pié “Las víctimas asturianas del terrorismo reclaman apoyo”. Y ahí están sosteniendo y levantando las fotos de sus familiares muertos. Dice el periódico que se concentraron silenciosamente ante la Junta General del Principado, el Parlamento Regional, y siguieron en silencio desde la tribuna el debate en el que el PP instaba al Gobierno Regional a aprobar una ley de medidas a favor de las víctimas asturianas del terrorismo.
No te parece que el Parlamento regional sea el lugar adecuado donde se tengan que debatir esos asuntos, pero de cosas más peregrinas se habla allí. Lo que ya no sería lógico es que, estando como están contra el sistema autonómico, si se aprobara tal ley luego protestaran diciendo que hay desigualdad de trato hacia las víctimas en función de las autonomías. De todos modos no era de ese non nato ejercicio de cinismo de lo que querías escribir.
Querías solo dejar constancia de que al ver la foto te das cuenta de que conoces a uno, que vive en el número 25 de tu calle (donde vivió Letizia) y tú vives en el 27. Lo ves a todas horas, no sabes dónde trabaja o si trabaja. Muchas veces está sentado en los bancos delante de su portal con unos grandes cascos puestos mientras su enorme perro permanece tumbado en el suelo. Otras veces lo encuentras dando sus típicas largas zancadas, siempre cerca de tu casa. En ocasiones está viendo un partido en una cafetería próxima que te pilla de camino cuando también te dispones a hacer lo propio, solo que tú te diriges a una sidrería a cien metros de allí. Como muchas veces vas pegado de tiempo y ya empezó el partido miras para la tele de la cafetería a ver si metieron algún gol o simplemente qué ambiente hay.
Este hombre ya te parecía un poco raro, lo veías solo o con el perro, también a veces con los amos de otros perros. Quizá ahora te expliques un poco su rareza. No te vas a quedar con la duda. A la primera oportunidad le preguntas directamente a quien le mataron.
Ahora ya tienen cara las víctimas del terrorismo y de ninguna manera estás haciendo un juego de palabras.
Ella vivía en Madrid. Te enteraste más tarde dónde vivían sus padres, muy cerca de la vía. El tren pasa a veinte metros de su casa y quedará para siempre como la casa de la chica que murió en los atentados de Madrid. Cuando vas en el tren con alguien miras necesariamente hacia ese lugar y dices al que vaya contigo: “Esa es la casa de la que murió en el 11-M”. O te lo dice él a ti.
Peor será para sus padres, que cada vez que vean pasar un tren de Cercanías, igualito que los que explotaron en Madrid se acordarán de su hija.
Tampoco conoces a ningún familiar de ninguna víctima, hasta hoy, cuando en la portada de La Nueva España ves una foto con el pié “Las víctimas asturianas del terrorismo reclaman apoyo”. Y ahí están sosteniendo y levantando las fotos de sus familiares muertos. Dice el periódico que se concentraron silenciosamente ante la Junta General del Principado, el Parlamento Regional, y siguieron en silencio desde la tribuna el debate en el que el PP instaba al Gobierno Regional a aprobar una ley de medidas a favor de las víctimas asturianas del terrorismo.
No te parece que el Parlamento regional sea el lugar adecuado donde se tengan que debatir esos asuntos, pero de cosas más peregrinas se habla allí. Lo que ya no sería lógico es que, estando como están contra el sistema autonómico, si se aprobara tal ley luego protestaran diciendo que hay desigualdad de trato hacia las víctimas en función de las autonomías. De todos modos no era de ese non nato ejercicio de cinismo de lo que querías escribir.
Querías solo dejar constancia de que al ver la foto te das cuenta de que conoces a uno, que vive en el número 25 de tu calle (donde vivió Letizia) y tú vives en el 27. Lo ves a todas horas, no sabes dónde trabaja o si trabaja. Muchas veces está sentado en los bancos delante de su portal con unos grandes cascos puestos mientras su enorme perro permanece tumbado en el suelo. Otras veces lo encuentras dando sus típicas largas zancadas, siempre cerca de tu casa. En ocasiones está viendo un partido en una cafetería próxima que te pilla de camino cuando también te dispones a hacer lo propio, solo que tú te diriges a una sidrería a cien metros de allí. Como muchas veces vas pegado de tiempo y ya empezó el partido miras para la tele de la cafetería a ver si metieron algún gol o simplemente qué ambiente hay.
Este hombre ya te parecía un poco raro, lo veías solo o con el perro, también a veces con los amos de otros perros. Quizá ahora te expliques un poco su rareza. No te vas a quedar con la duda. A la primera oportunidad le preguntas directamente a quien le mataron.
Ahora ya tienen cara las víctimas del terrorismo y de ninguna manera estás haciendo un juego de palabras.
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