Mandas a un grupo de amigos y compañeros que son curas un vídeo-chiste de esos de la ETB en el que un penitente se confiesa en ese “recinto aislado de las iglesias en cuyo interior se coloca el sacerdote para oír las confesiones” y el asunto lo titulas CONFESIONARIO.
Unos días después coincides (cosa rara, tomando una sidra) con uno de los destinatarios y te saca a colación el asunto pero forzándote a que recuerdes lo que le mandaste el otro día y tú dices “¿Cuál, el del confesIonario?”, y te dice “¿cómo?” y tú insistes: “¿el del confesIonario?”.
Caíste en la trampa. Inmediatamente te das cuenta de que no es “confesIonario” sino “confesonario”, de hecho si no lo piensas dices confesIonario, pero si lo piensas, confesonario. Te advierte de la extrañeza de que tú, que tan aficionado eres a estas cosas del lenguaje, hayas tenido ese lapsus calami (o teclae). Tú mismo te lo recriminas, tan aficionado como eres a detectar y hasta a airear errores o erratas lingüísticas en la prensa o en publicaciones de tu empresa o en los carteles de las rebajas.
Lo reconoces, pero intentas justificarlo, y buscas qué derivados tienen otras palabras que terminen en –esión, por ejemplo entre culín y culín encuentras que de cesión deriva cesionario, o de concesión concesionario, pero en realidad esto es solo un ejemplo, porque a su vez concesión deriva de cesión.
Alguien que nos acompaña en la sidra y en la conversación y que está al tanto del debate, dotado de un teléfono móvil con tecnología wi-fi, intenta sacarnos de dudas pero la conexión no está disponible en ese momento, de manera que hay que estrujarse el seso sin ayudas tecnológicas.
Con el siguiente culín ya llegasteis hasta el confiteor e incluso hasta un hipotético con-femí griego. Menos mal que llegó la hora de marchar porque por ese camino habrías llegado hasta la última glaciación, cuando el lenguaje se inventó como complemento de la expresión corporal.
Más tarde, ya en casa, ojeas el diccionario de papel y te encuentras con que existen las dos palabras, que la principal es “confesonario” porque es donde incluye la definición, mientras que en “confesIonario” remite a “confesonario”. Menos mal, es un alivio, no metiste la pata del todo.
Revisas el correo objeto de todo este hilo y resulta que el fichero anexo ya llevaba la I y tú miméticamente lo incluiste, pero no te consuela. Si estabas seguro, deberías haber renombrado y corregido el fichero adjunto, como haces en otras ocasiones.
Dedicas unos minutos a buscar por internet, no das con ninguna página que te permita búsquedas de palabras por su terminación. Alguna vez sí se pudo desde la web de la Real Academia. Lo dicho, después de navegar un poco sólo encuentras “presión” y sus derivados (supresión, expresión, compresión, represión, etc.) y progresión/regresión.
Encuentras muchísimas en –sión pero no en –esión. Incluso de entre aquellas ninguna deriva en –sonario sino en -sionario.
Haces una búsqueda en google de confesonario y confesionario y te encuentras con una sorpresa que algo te reconforta. Resulta que confesIonario registra 409.000 apariciones y confesonario 21.000, pero es que si en vez de buscar en la web pinchas en el apartado NOTICIAS, que registra apariciones en la prensa en los últimos meses, con la I ves 224 y sin la I ninguna.
Ahora mismo, mientras escribes esto el autocorrector de Word te canta como erróneo CONFESONARIO y como correcto CONFESIONARIO.
Lo comentas en casa, repites a tu mujer y a tu hija (de educación religiosa, como la alta dama de Cecilia) la pregunta capciosa “¿Cómo se llama ese mueble de madera en donde los curas confiesan a la gente?”. Respuesta unánime: confesIonario, y juran y perjuran que nunca oyeron hablar del confesonario.
Al final vas encontrando explicaciones. Das con un diccionario panhispánico de dudas y lees que CONFESIONARIO es la forma más frecuente en el uso actual, pero es igualmente válida la variante CONFESONARIO.
Sales de dudas con el último intento, una visita a la página del Centro Virtual Cervantes, una página buenísima, donde los internautas plantean cuestiones, y tienes la esperanza de que alguna vez se haya suscitado el asunto. Así es, lo encuentras, http://cvc.cervantes.es/foros/resultados.asp y ahí tienes la explicación: en EL GRAN HERMANO había un muy famoso CONFESIONARIO, y ese basura llenó de mierda el lenguaje y las mentes, incluso tu lenguaje y tu mente, y eso que dices que solo lo veías haciendo zapping, y sientes utilizar este anglicismo, pero está consolidado por el uso, como el confesionario.
Encuentras otra explicación: la gente ya no se confiesa y quedaron arrinconados el artilugio y la palabra, el significante y el significado.
Respiras un poco más tranquilo, pero te repites que si lo hubieras pensado, habrías quitado la I, la I de idiota.
2007/03/12
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