Recibes una gran noticia que te congracia con la Administración, casi con las administraciones todas.
Lees que una chica, bastante guapa por cierto, y con un excelente aspecto para estar ingresada, se había presentado a unas oposiciones para un puesto de Informática en la Universidad Politécnica de Madrid. Resulta que cuando le comunican la fecha del examen ve que coincide con su salida de cuentas. De momento da la prueba por perdida. Lo primero es lo primero. Luego lo piensa. Es la tercera vez que se examina. Presenta una instancia pidiendo una excepción, seguramente de esas instancias que se echan por echar, de esas que se idean tomando algo (sidra seguramente no) con su pareja o con sus padres o con sus amigos. “Voy a echar una instancia…”
Y héteme aquí que una delegación del Tribunal se planta en el Hospital y le hacen la prueba.
Intentas saber algo más pero prácticamente todos los medios publican lo mismo. Alguno señala que estaba previsto en alguna de las prolijas cláusulas de la parafernalia oposicionil. En otros medios lees que la chica agradece el exceso a los miembros del tribunal que se desplazaron. Te queda la duda de si ella tenía derecho o fue una gracia, o si lo hicieron precisamente para salir en los papeles. Y piensas en la cantidad de oposiciones que mucha gente habrá dejado pasar. Y sigues dando vueltas a si esa chica es hija de alguien o si hay algo de tras. Oyes que Zapatero alude a ella en un mítin en Zaragoza. Te parece muy fuerte, que se dice ahora, que esté detrás el señor presidente, o, bajando un escalón, la perversa Teresa de furibunda mirada o el maquiavélico Pepiño de afilada lengua. Te prometes a ti mismo que estarás atento al TOMATE por si dicen algo.
Total, que después de la ilusión inicial, esas dudas sobre si era una gracia o era una obligación te enfriaron el ánimo, pero hoy recibes una nueva inyección de moral. Sabes que, desde siempre, desde el Código de Hammurabi, pasando por las XII Tablas, las Partidas, el Ordenamiento de Alcalá y hasta el Fuero de Sahagún, los juicios toda la vida fueron por la mañana y si dieron las dos, no dieron las tres y las cuatro y desnudos os encontró la luna, sino que se suspende para el día siguiente.
Ahora ya no. Resulta que como nieva, el juicio que Otegi tenía en la Audiencia Nacional y que estaba previsto para las diez y media de la mañana, se pasa para las seis de la tarde, para dar tiempo al chico a llegar a Madrid después de que las quitanieves dejen la vía limpia. ¿Que el hombre tiene miedo a la nieve? Se le pone un avión a su disposición, se pospone el juicio para cuando pueda, y asunto concluido.
He ahí un juez, un secretario, unos funcionarios, unos fiscales que bien ganada tienen la prima de productividad y atención al ciudadano.
¿Que el fiscal retiró la acusación? ¿que para llegar ahí podían haberse ahorrado el coste del avión, las jornadas de los guardias, etc.?
Lo importante es la atención personalizada a la ciudadana Carmen Chía y al ciudadano Arnaldo Otegi, iguales (en esto) ante la ley.
Lees que una chica, bastante guapa por cierto, y con un excelente aspecto para estar ingresada, se había presentado a unas oposiciones para un puesto de Informática en la Universidad Politécnica de Madrid. Resulta que cuando le comunican la fecha del examen ve que coincide con su salida de cuentas. De momento da la prueba por perdida. Lo primero es lo primero. Luego lo piensa. Es la tercera vez que se examina. Presenta una instancia pidiendo una excepción, seguramente de esas instancias que se echan por echar, de esas que se idean tomando algo (sidra seguramente no) con su pareja o con sus padres o con sus amigos. “Voy a echar una instancia…”
Y héteme aquí que una delegación del Tribunal se planta en el Hospital y le hacen la prueba.
Intentas saber algo más pero prácticamente todos los medios publican lo mismo. Alguno señala que estaba previsto en alguna de las prolijas cláusulas de la parafernalia oposicionil. En otros medios lees que la chica agradece el exceso a los miembros del tribunal que se desplazaron. Te queda la duda de si ella tenía derecho o fue una gracia, o si lo hicieron precisamente para salir en los papeles. Y piensas en la cantidad de oposiciones que mucha gente habrá dejado pasar. Y sigues dando vueltas a si esa chica es hija de alguien o si hay algo de tras. Oyes que Zapatero alude a ella en un mítin en Zaragoza. Te parece muy fuerte, que se dice ahora, que esté detrás el señor presidente, o, bajando un escalón, la perversa Teresa de furibunda mirada o el maquiavélico Pepiño de afilada lengua. Te prometes a ti mismo que estarás atento al TOMATE por si dicen algo.
Total, que después de la ilusión inicial, esas dudas sobre si era una gracia o era una obligación te enfriaron el ánimo, pero hoy recibes una nueva inyección de moral. Sabes que, desde siempre, desde el Código de Hammurabi, pasando por las XII Tablas, las Partidas, el Ordenamiento de Alcalá y hasta el Fuero de Sahagún, los juicios toda la vida fueron por la mañana y si dieron las dos, no dieron las tres y las cuatro y desnudos os encontró la luna, sino que se suspende para el día siguiente.
Ahora ya no. Resulta que como nieva, el juicio que Otegi tenía en la Audiencia Nacional y que estaba previsto para las diez y media de la mañana, se pasa para las seis de la tarde, para dar tiempo al chico a llegar a Madrid después de que las quitanieves dejen la vía limpia. ¿Que el hombre tiene miedo a la nieve? Se le pone un avión a su disposición, se pospone el juicio para cuando pueda, y asunto concluido.
He ahí un juez, un secretario, unos funcionarios, unos fiscales que bien ganada tienen la prima de productividad y atención al ciudadano.
¿Que el fiscal retiró la acusación? ¿que para llegar ahí podían haberse ahorrado el coste del avión, las jornadas de los guardias, etc.?
Lo importante es la atención personalizada a la ciudadana Carmen Chía y al ciudadano Arnaldo Otegi, iguales (en esto) ante la ley.
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