2020/08/21

GUERRA Y REVOLUCIÓN EN CATALUÑA, de José Luis Martín Ramos

Hace unos años te regalaron este libro, que fuiste dejando para mejor ocasión dado lo limitado de su objeto. Concluida la lectura, el objeto sigue siendo el definido por el título, pero el extraordinario nivel de detalle lo hace interesante hasta el punto de que cabría extrapolar algunas conclusiones no solo al desarrollo de la guerra en España; también ilustra la complejidad de la actual política territorial española.

Se detalla con qué fuerzas humanas civiles, militares o paramilitares y con qué medios contaban en Cataluña cada un de los bandos en guerra y cómo evolucionaron con el paso de los meses; los numerosísimos entes que las diferentes organizaciones políticas y sindicales fueron creando a lo largo del territorio catalán y cómo fueron evolucionando con el tiempo, incluyendo casi una crónica diaria de los acontecimientos, de las tiranteces, de la pelea por ocupar los cargos en los numerosos comités que se fueron constituyendo; cómo estos comités coexistieron muy difícilmente con los órganos formales preexistentes, por ejemplo los ayuntamientos; las permanentemente difíciles relaciones entre la Generalitat y el Gobierno Central, que solo cesaron con el fin de la guerra; la incompatibilidad de intereses y las políticas de precios entre el campo (que suministraba los alimentos) y la ciudad (que los consumía); el funcionamiento de los tribunales populares y su correcto dimensionamiento; la permanente tensión entre partidos revolucionarios y partidos independentistas; los vaivenes de CNT y la dificultad de obtener acuerdos con este sindicato por su permanente apelación a las asambleas; los rigurosos  datos de la violencia en las retaguardias de uno y otro bando, con o sin consejos de guerra (mayor donde predominaron cenetistas y poumistas, que donde eran mayoría los republicanos y el PSUC) y los intentos sinceros o fingidos de los partidos por evitar el descontrol; la organización de las fuerzas policiales; el exhaustivo análisis de los acuerdos a través de actas de reuniones, de la prensa libre y de los boletines de los partidos; el control de la producción industrial por el poder político; la anarquía de los milicianos cenetistas ("cada columna miliciana decidía sus objetivos y la manera de alcanzarlos y en el mejor de los casos se sumaban y se coordinaban en el frente sobre la marcha"); la resistencia a la movilización, incluso bajo banderas milicianas, contra toda la mitología existente, pese a que formalmente los requerimientos eran conminatorios ("la resistencia ante las medidas de preparación para la guerra, aún las menores, arroja sombras sobre el discurso épico de la lucha del pueblo contra la rebelión fascista; la mayoría del pueblo quería mantener la guerra lejos"); las discrepancias en el seno de la Generalitat sobre el impulso de las colectivizaciones; la tentación de la Generalitat de buscar cierta independencia en la estrategia militar en relación con la estrategia del Ministerio de la Guerra ; la desmoralización de las tropas catalanas en el frente de Aragón por la falta de relevo y por la evidente inferioridad del aparataje bélico; los conflictos de competencias entre el Estado y la Generalitat, que no cedieron ni en el fragor de las batallas; el problema de los refugiados que iban llegando a Cataluña de otras partes de la península, no tan bien recibidos como la mitología histórica imagina; la falta de disposición al sacrificio de la población de las ciudades porque el frente quedaba lejos; el desvío de abastecimientos oficiales hacia el mercado negro; el equilibrismo de Tarradellas, siempre reticente a aportar algo en la defensa del Estado; el análisis sociológico de los militantes de cada partido; la difícil cohabitación en Barcelona de los gobiernos central y de la Generalitat.

Pese a este panorama, el autor entiende que las discrepancias internas no fueron determinantes en cómo se inclinó la balanza de la guerra. "Las disidencias internas, mantenidas hasta los últimos instantes no explican la derrota, no fueron su razón; la superioridad militar de los sublevados, garantizada por el activo apoyo que obtuvieron de Alemania e Italia, y mantenida siempre por la política de apaciguamiento, explícito o vergonzante, del gobierno británico y del gobierno francés fueron los determinantes fundamentales en el desenlace militar de la guerra".

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