Acudes con esperanza y regresas con pena de la decadente fiesta de San Pedro de Cabezón. Uno siempre espera que acuda más gente, y si los números no cuadran, se buscan las razones del fracaso. Para unos será la ola de calor (pero también disuadirían la lluvia o las nubes), para otros sería un buen día de hierba, alguno aprovecharía para ira a la playa. También hay familias con enfermos. Todo habrá influido.
En un esfuerzo de resistencia, algunos vecinos se pusieron de acuerdo para contratar unos gaiteros ¡qué menos que un poco de gaita! y una docena de voladores. Cuando preguntaste por la cuota, ya se había recaudado lo necesario y nadie quiere hacerse cargo de ningún posible remanente, que tan mala prensa tiene porque siempre queda la duda ¿qué habrán hecho con lo que sobró de San Pedro?
Pese a todo alguien se encargó de limpiar la iglesia, incluso hubo quien dijo la misa y por el mismo precio puso a disposición el todoterreno para que gracias a su batería hubiera algo de luz en el interior, gracias a la instalación que Saso y otros acometieron años atrás.
El ramu se queda sin roscas, el pueblo se queda sin gente, la gente se queda sin fe, ya no suenan las campanas y la nostalgia acaba fabricando más nostalgia.
2011/06/28
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1 comentario:
Las campnas sonaron. Doy fe.
¿Hubo puya´l ramu?
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