Estas semanas te toca viajar con alguna frecuencia a Madrid. Haciendo de la necesidad virtud, para matar el tiempo del viaje, trabajas un poco con el miniordenador hasta que se agote su hora y media de batería, otro poco lo dedicas a leer algún periódico, también comes en el viaje, pero queda un tiempo para leer algunas páginas de un libro.
Con esa previsión repasas los libros que hay por casa para encontrar uno compatible con el cha-cha-chá del tren. Reparas en un libro de esa época de adolescencia-juventud en la que querías formar una biblioteca clásica. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cuántos libros habrás leído de esos? Muy pocos. La respuesta, si no en el viento, al final de estas líneas.
El Cortesano, de Baltasar de Castiglione. ¡Menudo tocho para el siglo XXI!
Recordabas de tus tiempos de estudiante que trataba del modelo de caballero renacentista y poco más. Así es, con ese formato de diálogos largos, anteriores a la invención de la novela moderna, varios personajes van tomando la palabra para ir delimitando cómo debe ser un perfecto caballero.
Los libros clásicos lo son porque, aunque el ropaje (el lenguaje, las situaciones) sea tan diferente al nuestro, alguna calidad contienen que los hace eternos. En un pasaje lees por ejemplo: Mi opinión seguirla héis si os parece bien, y si no, ateneos a la vuestra si fuere diferente de la mía, y en tal caso, no defenderé yo mi razón porfiándola mucho; porque no solamente a vosotros os puede parecer una cosa y a mí otra, más yo mismo puede tener sobre un mismo caso en diversos tiempos diferentes juicios.
Esa frase bien podría firmarla el mismo Buridán.
En el curso que recibiste en Madrid el martes y el miércoles (formador de formadores) , los monitores dijeron taxativamente: en los cursos, stop a las normas, es decir, que no se hable de normas, flexibilidad, talante, mano izquierda. Resulta que el jueves, sin pasar por la oficina, asistes a un curso de cuatro horas en Oviedo sobre Protección Civil, y se analizan de pe a pa las normas estatales y autonómicas sobre la materia, los procedimientos al efecto y todo así.
Sería para estar perplejo si tu vaso de perplejidades no estuviera ya rebosado.
¿No sirve el lema de El Cortesano para la vida, para los pactos y enfados políticos, para la elección de valores y pautas de comportamiento, para los cursos, para estructurar y desestructurar empresas e incluso familias?
También justifica que en un tiempo quisieras acumular libros y hoy prefieras echar mano de los de una biblioteca pública.
2011/06/17
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
y estuviste en la Caracola 20 y no te acercaste a la 16....
Con tu perplejidad de letrado nos dejas perplejos a los más iletrados. Pones en tela de juicio toda la formación de la empresa en la que trabajas. Aparte de la formación también cuestionas toda la normativa por la que se rijan todos los protocolos de la estructura de esa empresa. Entendemos pues, que arrimando cada cual el ascua a su sardina se llega a este batiburrillo de gente sin un objetivo concreto, salvo el de alcanzar individualmente su propia ambición. Consecuentemente entendemos que la mayoría de tus dirigentes no hayan leído ni a los clásicos, -ni de literatura, ni de economía, ni de sostenibilidad medioambiental, ni de las intangibles relaciones personales en la empresa...- para alcanzar un sillón de despacho para su agradecido culo. ¿Qué se puede esperar de ellos?¿Qué se puede esperar de la imagen corporativa que proyectan? Ya está bastante bien vapuleada la empresa por su imagen y ahora entiendo la razón. Quizás esto sea consecuencia de los políticos que tenemos, de los valores que nos inculcan, de los comportamientos que nos provocan...
Publicar un comentario