Quiso la casualidad que este fin de semana estuvieras de entierro en León y en Ávila.
Primero fuiste el sábado al entierro de Manolo Manteiga, jefe de estación de León jubilado, padre de tu amigo del mismo nombre.
En aquellos tiempos en los que trabajabas de militar en León, era famosa la anécdota de Manteiga de que una noche, estando de jefe de circulación en León, viajaba en el expreso de Madrid a El Ferrol el Ministro de Marina en un tren que crees recordar pasaba sobre las tres de la mañana. Fue el bueno de Manteiga a tomar una café a la cafetería, que entonces no cerraba, sobre la una y allí se entera de que esa noche viaja el Ministro en el Expreso.
- ¡El Ministro en el 401 (que así se llamaba el tren) y el jefe de circulación se entera en la cafetería!
Como buen gallego pudo haber añadido:
- ¡Manda carallo!
Años después te enteraste de que en Asturias pasaba lo mismo. Tenía merecida fama El Leonés de ser crisol donde se cocían noticias y se diseñaban estrategias.
Al día siguiente vas a Ávila al entierro de la madre de una amiga y te unes al multitudinario cortejo fúnebre hasta el cementerio. En Ávila rigen normas diferentes que en Asturias y allí en los tanatorios se oficina misas, prohibidas en Asturias. Autonomías también en lo litúrgico.
Por esas circunstancias que se dan, estos días estás leyendo “La sombra del ciprés es alargada”, de Delibes, que se desarrolla en buena parte alrededor del cementerio de Ávila.
No vas a contar de qué va porque estás todavía en ello, pero un amigo queda marcado por la muerte de otro amigo entre púber y adolescente y observa como la sombra alargada de un ciprés se proyecta justamente sobre la tumba de su amigo partiéndola en dos ¿partiendo sus vidas? Más tarde la sombra del ciprés se sigue proyectando en forma de recuerdo sobre la vida del protagonista.
Los recuerdos de los muertos, de León, de Ávila y de todas partes, persiguiendo a los vivos.
Y en eso estás, en la vida y en el libro.
Primero fuiste el sábado al entierro de Manolo Manteiga, jefe de estación de León jubilado, padre de tu amigo del mismo nombre.
En aquellos tiempos en los que trabajabas de militar en León, era famosa la anécdota de Manteiga de que una noche, estando de jefe de circulación en León, viajaba en el expreso de Madrid a El Ferrol el Ministro de Marina en un tren que crees recordar pasaba sobre las tres de la mañana. Fue el bueno de Manteiga a tomar una café a la cafetería, que entonces no cerraba, sobre la una y allí se entera de que esa noche viaja el Ministro en el Expreso.
- ¡El Ministro en el 401 (que así se llamaba el tren) y el jefe de circulación se entera en la cafetería!
Como buen gallego pudo haber añadido:
- ¡Manda carallo!
Años después te enteraste de que en Asturias pasaba lo mismo. Tenía merecida fama El Leonés de ser crisol donde se cocían noticias y se diseñaban estrategias.
Al día siguiente vas a Ávila al entierro de la madre de una amiga y te unes al multitudinario cortejo fúnebre hasta el cementerio. En Ávila rigen normas diferentes que en Asturias y allí en los tanatorios se oficina misas, prohibidas en Asturias. Autonomías también en lo litúrgico.
Por esas circunstancias que se dan, estos días estás leyendo “La sombra del ciprés es alargada”, de Delibes, que se desarrolla en buena parte alrededor del cementerio de Ávila.
No vas a contar de qué va porque estás todavía en ello, pero un amigo queda marcado por la muerte de otro amigo entre púber y adolescente y observa como la sombra alargada de un ciprés se proyecta justamente sobre la tumba de su amigo partiéndola en dos ¿partiendo sus vidas? Más tarde la sombra del ciprés se sigue proyectando en forma de recuerdo sobre la vida del protagonista.
Los recuerdos de los muertos, de León, de Ávila y de todas partes, persiguiendo a los vivos.
Y en eso estás, en la vida y en el libro.
3 comentarios:
más alargada es la que dejan en el alma
Juvenal
No ves Juvenal, escribes por escribir, como yo lo hago.
lo siento, pero no hay polémica
A la sombra
Juvenal
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