2011/01/29

LA SOMBRA DEL CIPRÉS ES ALARGADA (segunda parte). VIAJE AL PASADO

Yo nací en Ávila, la vieja ciudad de las murallas, y creo que el silencio y el recogimiento casi místico de esta ciudad se me metieron en el alma nada más nacer. No dudo de que, aparte otras varias circunstancias, fue el clima pausado y retraído de esta ciudad el que determinó, en gran parte, la formación de mi carácter.

Así comienza La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes, que, como tienes escrito aquí no hace nada, se desarrolla en buena medida en Ávila, concretamente en su cementerio, y ahí termina también.

Delibes, Pérez Galdós, Muñoz Molina, Clarín, Eduardo Mendoza y tantos otros autores de alma española que te sobran y te bastan como objeto de lectura sin tener que ponerte en situación de otros ambientes, de otros giros y expresiones que tan distantes te resultan. Pese a la globalización y al avance de la uniformidad en gustos y estilos, te quedas con lo patrio, respetando, por supuestos, que otros se decanten por otras preferencias.

Delibes te dice algo y esa novela te recuerda algo. Te recuerda esos días que pasaste en Ávila cuando tenías quince o dieciséis porque respirabas algo mál y tu madre te mandó a casa de los parientes de La Romía a cambiar de aires. Con la guía de Ávila de Everest pateaste la ciudad arriba y abajo, la muralla, la catedral y el Tostado, San Vicente (desde entonces para ti uno de los monumentos más armónicos), la espadaña del Carmen, la puerta del Rastro, los cuatro Postes en la lejanía, la imponente puerta del Alcázar.

La lectura de La sombra del ciprés... te transporta en el tiempo y en el espacio. Son esas obras para meditar, de cuando meditabas y de cuando Ávila era la ciudad de Santa Teresa.

Avanzas en la lectura de la obra y vas encontrando párrafos que significan o significaron algo para ti.

Don Mateo tenía otras manías además de las dichas. (Siempre he dado importancia a las manías, porque estimo que ellas son las que definen un carácter).

Sí, a veces por sostenello y no enmendallo, pero eso ya es un rasgo del carácter, una manía.

Ya en la ribera del río se intensificaba la diversión. (Hay algo en el agua y en el fuego que atrae singularmente la atención de los niños).

Es normal, no en vano el agua y el fuego son dos de los cuatro elementos básicos, junto con la tierra y el aire, que los filósofos presocráticos consideraban suficientes para, en diferentes combinaciones, explicar la materia y el mundo. La niñez del hombre y, en paralelo, la niñez de la filosofía jugando con las materia elementales. Te recuerda tu afición al fuego, a enredar con la cocina de carbón o de leña, hasta el punto de que tu madre te decía: Vas a morir quemado. No hasta el momento.

Me percaté entonces de que la alegría es un estado del alma y no una cualidad de las cosas; que las cosas en sí mismas no son alegres ni tristes, sino que se limitan a reflejar el tono con que nosotros las envolvemos.

Una frase que denota la espiritualidad de Delibes, pero dudas si es una espiritualidad inmanente o condicionada, a juzgar por las primeras palabras del libro, es decir, si es una espiritualidad per se o si el entorno, la ciudad, las murallas, moldean tu carácter, por ejemplo haciéndote más espiritual o menos. Ahí queda una duda.

Al hilo de la enfermedad de un deuteragonista (¡ah, el griego!), lees:

- Es muy joven para ponerse en lo peor. Es de esperar que con un reposo absoluto y una alimentación abundante estemos del otro lado. Eso –rió- sin contar con los prodigios terapéuticos del aire de Ávila…

Los aires de Ávila, esos que tú respiraste en la década de los setenta.

Sabía siquiera que la materia se desintegra, se desvanece, que es caduca, finita, limitada. Sabía que la sombra del ciprés es alargada y corta como un cuchillo.

Ahí estaba redonda y entera la frase que daba título a la novela, esa sombra que se proyecta sobra una lápida partiéndola en dos y partiendo el alma del amigo vivo que la contempla. También esa sombra de la muerte que marca la vida del protagonista.

Frases sueltas para meditar como esta: La civilización crea y destruye a partes iguales, dejando al hombre siempre en un inevitable punto muerto, sometido a una humillante y perenne relación de dependencia”.

Delibes, precursor de la ley del tabaco, en contra te toda la literatura romántica tabaquera: El local era amplio y tenía un desagradable olor a colilla de puro mezclado con el de fichas de dominó manoseadas.

¿No era toda mi historia un apura incógnita, una interrogación, una duda.

Este es un buen resumen de la trama de libro, un hombre que cavila sobre el por qué de su comportamiento, que contra todo pronóstico da un giro a su vida cuando sale de Castilla para la carrera marítima, cuando después de millas de soledad en alta mal y en los puertos, encuentra pareja.

Quedan otras muchas frases para meditar, que no incluyes para no pasarte de la longitud que acostumbras dar a tus artículos.

No dices nada de la línea argumental, que cuenta con la virtud castellana de la sencillez. Una novela que se entiende.

¡Viva la literatura española!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Falta que Juvenal diga lo que piensa

Anónimo dijo...

pistola o sable.....
Juvenal

Anónimo dijo...

el aire de ávila es mejor que todo lo que hay en botica

Anónimo dijo...

hematosis perfecta