UNA DE PIES

Estabas, como casi todos los sábados, terminando la botella de sidra en El Fontán mientras ves pasar a esa pareja típica, que a las dos menos diez entra hasta la barra y toma un vino. No andarán lejos de los setenta años. Siempre te fijaste para los pies de ella y para su alborotada peluquería. Haga frío o calor, su calzado los deja siempre a la vista, con sandalias o unos zapatos muy abiertos. No tiene unos pies feos, pero te parece que no va acompasada la edad con la desnudez del pie. No sabes bien por qué, pero asocias un pie desnudo a algún tipo de erotismo y, hoy por hoy, hay edades como que no. Cuando te vayas acercando, Dios dirá.

Te quedas pensando en ese pie cuando ves en el periódico la foto de otro pie, el de Soraya Saenz de Santamaría. El personal está encandilado con el posado de Soraya, en particular con su pie. Sin llegar a la exageración de Pepe Monteserín, que lo puso como salvapantallas (¡anda ya!), parece que el posado gustó y Don Mariano se tuvo que tragar algún sapo.

Sin embargo a ti no te va ese pie. Tienes dicho y requeteescrito que lo tuyo (hablamos en términos puramente ideales) son las musguinas. Pues bien, por pura coherencia, en lo tocante a pies, te van los pies musguinos. Si ya es difícil definir que es una musguina, la definición del pié musguín ya es para nota alta. Defines a la musguina más por exclusión, es decir, por lo que no es: no es espectacular, no es demasiado sensual, no tiene rasgos demasiado marcados, no tiene larga melena, no es necesariamente rubia, ni de pectorales-Jurado.

No te va el pie de Soraya. Te parece fibroso, huesudo, guerrero. El pulgar, demasiado atrevido, forzando un estiramiento excesivo, quizá ya hecho a esos tacones tan exagerados a los que no acabas de ver la gracia. Intentas estirar tu pié por ver si alcanzas en el empeine el curvado de Soraya, y nada. Tu cuerpo se te niega.

Haciendo un ejercicio tendrás que definir el pié musguín también por exclusión. Sería el pie no huesudo, el no fibroso, el que parece que flota, un pie como era el cuerpo de Platero: “suave, tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos”.