2009/01/13

ELOGIO DE LA AMABILIDAD

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Son típicas, y tediosas (aviso para navegantes) esas cadenas que dan vueltas y vueltas por Internet con multiconsejos del más variado pelaje. Tiene que parecerte muy bueno y original para que reenvíes alguno. Lo consideras una manifestación infantil del despertar a Internet pero alguna vez también tu anduviste en pañales y oliendo a caca. Lo hicieste y en el pecado llevas la penitencia del recuerdo. Alguien te escribió por aquí abajo que todos tenemos un pasado. Sí, también en esto.

Así y todo, en algún caso hasta los lees con agrado si tienes catalogado al remitente como sincero y no como “aquel trueno vestido de nazareno”.

Te parece que esos buenos consejos, un poco cursis, que inundan el ciberespacio son como satélites secundarios, que ocupan un lugar de relleno en la bandeja de entrada, que los abres, y a los diez segundos, ratón derecho y cerrar presentación.

Este domingo leíste en EL PAÍS un artículo de la escritora Esther Tusquets “Elogio de la amabilidad”. Trataba de una cuestión a primera vista de relleno, como es la amabilidad y te recordó la marabunta de consejos zen para ser feliz que pululan por ahí sin descanso. Con un diferencia: el artículo no estaba escondido en una esquina completando un hueco muerto, sino en la página principal de opinión, compañera de los editoriales. Es sincera Esther Tusquets. Hasta los cuarenta años, no se le habría ocurrido escribir un elogio de la amabilidad. Pero los años pasan y la posición predominante que uno ocupó en la vida va perdiendo fuelle. Es necesario el apoyo de otros y hasta una sonrisa. “Y tienen que transcurrir unos años más, tal vez estar ya cerca de la vejez, saberse más frágil, más vulnerable, más necesitado de los otros, para apreciar de veras la amabilidad –pariente próxima muchas veces de la bondad-, más allá de formulismos ridículos y de los manuales de urbanidad de nuestros abuelos. La amabilidad tiene mayor valor para los débiles, porque necesitan más de ella, al ser menos capaces de valerse por sí mismos”.

Meditas la frase entre guiones: la amabilidad, pariente de la bondad; la amabilidad, pariente de la bondad.

Este sería un buen propósito para el año e incluso para la vida. Sí, alguien te dirá que te haces de miel y te comen. Aquí te quedas con una definición de justicia que te gustó: tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales. Con el jeta mano de hierro, nada de miel. Con el resto del mundo es útil ser amable, y no sólo para el que recibe la amabilidad sino para el que la ofrece.

Como a veces anda uno por ahí dando puyazos, está bien de vez en cuando echar una flor, en particular si te enteras de que entre tus lectores se encuentra gente realmente amable, lectora, educada, gente que, por ejemplo, no cierra las puertas y arranca al ver a alguien llegar corriendo.

5 comentarios:

miner dijo...

Correr es de cobardes, además, ser amable es una condición que no reporta ningún inconveniente, sino todo lo contrario. Pero tendrás que reconocer conmigo, que también existe una amabilidad forzada... por las circunstancias. En cuanto al articulo de Esther, yo relamente prefiero un buen médico, a un médico bueno. Lo mismo que prefiero, a una persona bondadosa antes que a una persona amable, aunque sean parientes. Ortega le decía a su amigo Gregorio Marañón, eres tan bueno, que no puedes ser peor. También tiene sus limites la bondad. Un saludo

Anónimo dijo...

una persona bondadosa siempre será amable.

Anónimo dijo...

Amable es el que ama, o el que siente amor. Estoy en lo cierto Buri? Y no se puede amar a todo el mundo.

Anónimo dijo...

El comentario anterior es mío.

Anónimo dijo...

la amabilidad, pariente de la bondad; la amabilidad, pariente de la bondad.

Todo depende de cómo y quién sea el "pariente"......
Salud