2009/01/24

¡A POR LOS CESTOS, QUE VIENE EL TREN DEL CARBÓN!

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Lees este recorte del 4 de enero de 1950 y te remontas cuarenta y pico años atrás. Estás en Fierros y serán las siete o las ocho o las nueve de la noche porque no ibas a estar levantado hasta más tarde. Vives en el barrio de Las Vías, es decir, en las cuatro casas al otro lado del pueblo, pero barrio lo dices ahora, entonces no se le llamaba barrio ni de otra forma, eran Las Vías, como el Fitu o el Hospitalón o Llanalapuente o el Caño o Los Pedruezos o La Parra o La Fonda. Lo otro era la carretera General.

Entra un tren de mercancías y se detiene en la vía tercera. Años más tarde, ferroviariamente dirás que se estaciona. Viene cargado con vagones tipo X de carbón, es decir, vagones de media altura abiertos. No sabes si arrancará pronto pero en la noche ves subir con cestos como gacelas a tu padre, a Josepín, a Tini. Confías ahora en que Gelucho, factor de circulación y vecino, no apuraría demasiado el tren. En aquel entonces no sería difícil justificar cualquier avería que demorara unos minutos la salida, que permitiera llenar algún cesto más. Todavía oyes el ruido del carbón como de grava, crrrraaaasssss, crrrraaaasssss .
- ¡Que vienen, que vienen!
A veces llegaban de improviso los guardias ¿Por dónde vinieron? Hay que deshacerse del cesto.

Como un especial acto de crueldad recuerdas aquella noche en la que los guardias tiraron al río el cesto de Trobo, que para más INRI estaba un poco cojo, o así lo recuerdas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me han contado que en Ohio,
a comienzos del siglo,
vivía en Bidwell una mujer,
Mary McCoy, viuda de un guardavía
llamado Mike McCoy, en plena miseria.

Pero cada noche, desde los trenes ensordecedores de la Wheeling Railroad,
los guardafrenos arrojaban un trozo de carbón
por encima de la tapia del huerto de patatas
gritando al pasar con voz ronca:
"¡Para Mike!"

Y cada noche, cuando el trozo de carbón para Mike
golpeaba en la pared posterior de la chabola,
la vieja se levantaba, se ponía,
soñolienta, la falda, y guardaba el trozo de carbón,
regalo de los guardafrenos a Mike, muerto
pero no olvidado.

Se levantaba tan temprano y ocultaba
sus regalos a los ojos de la gente,
para que los guardafrenos no tuvieran dificultades
con la Wheeling Railroad.

Este poema está dedicado a los compañeros del guardafrenos McCoy
(muerto por tener los pulmones demasiado débiles
en los trenes carboneros de Ohio)
en señal de solidaridad.
Bertolt Brecht

Anónimo dijo...

Yo también conozco a alguien que se sabía un poema de Bertolt Brecht...

Anónimo dijo...

me alegro por ti, al menos alguna vez has conocido algo bueno.