2020/02/10

EL IMPOSIBLE RESUMEN DE UNA VIDA LABORAL

Habiendo llegado el último día de tu vida laboral quisieras transmitir un buen recuerdo, o el que resulte, de algunas de las etapas pasadas.

Tu primer agradecimiento tiene que ser para Matías Santos, desaparecido hace unos cuantos años. Matías Santos era factor de circulaciòn en la estación leonesa de El Burgo Ranero, estación donde trabajaste dos meses estando todavía en el período militar. Alternabais una semana de día y otra de noche. Entonces en las estaciones llamadas de tráfico reducido la jornada era de doce horas. Por suerte para ti, Matías vivía en la estación. A ti te gustaba experimentar con las agujas y las señales cuando no había trenes. Una noche hiciste un itinerario por una vía desviada por comprobar si era técnicamente posible que un tren pudiera pasar con las señales abiertas por vías no utilizadas casi nunca por si las generales estaban ocupadas o sufrían avería. Alguna operación hiciste mal ya que las agujas quedaron inmovilizadas en una posición tal que los trenes no podían pasar. Estaba a punto de amanecer y un exprés se aproximaba. Tú no dabas con la solución y no tuviste más remedio que picar en la ventana de Matías, que se levantó en pijama y resolvió el problema en un periquete. Así y todo retrasaste el exprés diez minutos. Con habilidad, Matías justificó que se debía a una una avería en el enclavamiento.

Cuando te licenciaste fuiste para Lugo de Llanera. Allí aprendiste que había puestos con propinas y puestos rasos de vender billetes y tomar nota de vagones. Los veteranos se aferraban a los puestos de propinas. En aquella época se cargaba todavía algún vagón y los remitentes o cargadores soltaban algo. Eso no llegaba a nuevos. Pasaba en Lugo de Llanera y en todos los sitios. Los más jóvenes, cuando ocupabais esa plaza en vacaciones teníais la mala costumbre de repartir lo que hubiera con el personal de la estación y con quienes ejecutaban las maniobras.

En Lugo de Llanera estaba a temporadas de jefe de estación Lucinio, de Villabona, un gran paisano. Podía estar muy liado, pero en cuanto le hablabas de la próxima quiniela, dejaba lo que tuviera entre manos.

En Lugo de Llanera hiciste también de factor de circulación. Allí te tocó pelear un poco con el personal de las maniobras. Siempre te gustó que los trenes de mercancías estuvieran preparados y clasificados con tiempo y no que llegara la máquina titular y hubiera que ponerse a preparar el tren entonces. No era tarea fácil cuando tienes veintiún años y el personal al que debías encomendar algo pasaba de los cincuenta y cinco.

Ahí empezaste a estudiar Derecho. Durante muchas noches pasaste apuntes a limpio entre tren y tren. Unos apuntes muy cotizados, por cierto.

En esa época saliste elegido representante de los trabajadores en la lista de UGT, en unas elecciones con listas abiertas entonces. Permaneciste seis meses. En una visita a Soto de Rey un trabajador te echó en cara que acaba de recibir unas prendas de seguridad que no le valían y presentaste la dimisión. Eras miembro de la Comisión de Seguridad e Higiene. Lo que no se conseguía o los errores parecía que eran culpa del sindicato y tú no estabas preparado para aquello. Independientemente de esa anécdota, conociste con qué personalismo, caudillismo y déficit democrático de base se mueven los sindicatos, que haces extensivo a todo tipo de asociaciones y corporaciones. La difícil cohabitación entre democracia y efectividad.

Sacaste una plaza de factor de circulación en Veriña y pasaste ahí cinco años muy buenos. Era estación de mucha tarea porque salían y llegaba trenes de Gijón (dos vías), Serín (dos vías), La Camocha, el Puerto de Gijón, Aboño, el Parque de Carbones, Ensidesa y Uninsa. Lo bueno es que no había que mandar nada a nadie. Simplemente había que estar atento al cuadro de las señales y agujas y dar la preferencia debida a los trenes.

Durante unos meses coincidieron un montón de factores de circulación en Veriña y no todos eran necesarios allí, así que estuviste medio año trabajando de noche en la cantera de Lugones. De entonces tienes el recuerdo de que, pese a la cantidad de tiempo libre para estudiar, ese curso se te dio muy mal cuarto de Derecho. Habías trabajado antes con más agobio y habías salido mejor. Una enseñanza positiva del trabajo bajo presión.

También entonces trabajaste unos meses en Viella. Era la primera vez que establecías trato directo con clientes de mercancías. Creías que los trenes simplemente llevaban vagones pero en Viella caíste en la cuenta de que los vagones tenían nombre y apellidos y eran necesarios en alguna fábrica. No era lo mismo un vagón que otro: el cliente esperaba precisamente por su vagón.

De vuelta en Veriña, una tarde llegaron tu mujer y tu hermana con una docena de pasteles y la nota de haber aprobado la última asignatura de Derecho. Para matar los nervios diste cuenta de cinco.

De esa época echas de menos la limpieza de los concursos de traslados y ascensos, sin trampa ni cartón. No se habían inventado los concursos a la carta.

Estando en Veriña se convocaron un montón de plazas de jefe de estación, que preparaste a fondo.Conseguiste sacar una en Gijón. Una plaza muy buena porque era de suplementario, es decir, solo se trabajaba en Gijón por bajas o vacaciones del personal, de manera que se podían cobrar dietas diez meses del año, que en Asturias siempre fueron una bicoca porque no era necesario pernoctar fuera de casa. Cuando te tocaba trabajar en Gijón los titulares tenía ciertas costumbres de que algunas trabajadoras hicieran de secretarias, pero tú tenías la manía de no mandarles nada. Como no estaban en plantilla, lo hacías tú. 

Como andabas dando suplencias por las diferentes estaciones y los papeles estaban en cada sitio de aquella manera, decidiste hacer tu propia colección en tres carpetas, que llevabas a donde fueras: la carpeta de normas de circulación, la carpetas de normas de contabilidad y tarifas, y la carpeta de cuestiones organizativas y otros procedimientos.

En Tudela Veguín trabajaste varios meses. De ahí salían trenes en vagones de Renfe y en vagones particulares. Ahí pudiste ver cómo el propietario de los vagones particulares movía los hilos para dar preferencia al movimiento de sus vagones, resultando que las escasas máquinas llegaban siempre antes para el tren privado de seiscientas toneladas que para el tren de Renfe de mil. Tienes entendido que no hubo cambios sustanciales desde entonces.

Por aquella época te presentabas a todas las plazas que salieran. Finalmente te dieron a elegir entre una de jefe de línea y otra de instructor de expedientes. Cogiste esta, pese a llevar aparejado menos dinero, pero en ella aplicabas lo estudiado. Ahí aprendiste de Jesús Quijada y le estás agradecido. Quiso la casualidad que te estrenaras como instructor con tu buen amigo Gustavo, a quien algo le había pasado en Lugo de Llanera. No lo tomó a mal. Años más tarde, compartisteis muchos cafés juntos.

Por otra casualidad, Juan Fernández, un directivo de Renfe mantuvo una entrevista con la dirección de Ensidesa, que le transmitió su malestar por la escasa preferencia que Renfe daba a sus mercancías. Pensaron en tí para estudiar o reorganizar aquello. Como también estabas agradecido a Juan, aceptaste. Una decisión errónea porque aquel puesto resultó una ocurrencia de poco contenido (de poco recorrido) y tú no estabas preparado para pelear a diestro y siniestro, no con con Ensidesa sino con las reticencias internas, siempre reacias a que otro interfiera. Por otra parte, en tu ingenuidad mandabas informes que no gustaban a alguno de tus jefes porque ponían en entredicho algún sector gestionado por él. Te lo tuvo en cuenta para la retribución variable.

Por aquel entonces estuviste adscrito físicamente al Puesto de Mando, experiencia grata por el acercamiento a puestos ferroviarios clave pero desagradable en lo personal porque estabas de prestado y sin funciones.

Aquello languideció, se produjo una nueva reorganización en la empresa y pasaste de Responsable de Recursos Humanos del personal de Conducción de Oviedo. Durante cinco años un trabajo difícil para alguien que no venía del gremio y que pretendía ir por el libro. En esa época trabajaste con tu hermana, experiencia desaconsejable ya que la confianza hace mandar más de lo debido para que no se sospeche de nepotismo.

Físicamente el lugar de trabajo estaba junto a los talleres de Renfe, donde había trabajado tu padre, de manera que pudiste conocer al último gran colectivo de Renfe, ya que con el relacionado con el mantenimiento de la infraestructura habías tratado en la época de las estaciones.

Como consecuencia de una de tantas reorganizaciones, además de la responsabilidad específica con el personal de conducción, te nombraron interlocutor de la empresa ante los sindicatos, por lo que tenías que recabar información de las cuestiones que flotaban en tierra o mar de nadie. En aquel tiempo la estación de Oviedo estaba patas arriba por las obras del Cinturón Verde y un punto recurrente de los órdenes del día era las plazas de aparcamiento. Defendiste entonces que no era un derecho exigible. Años después, cuando ya no estabas en esa guerra, se habilitó un aparcamiento para el personal pero tú nunca solicitaste la tarjeta correspondiente por coherencia o por cabezonería. Haces, no obstante, la mención de que no siempre fuiste coherente en todo.

Por aquellos años te ofrecieron hacerte cargo de las Relaciones Laborales en Madrid pero lo rechazaste en el mismo momento. Tu vida estaba aquí, en Asturias.

Una nueva reorganización te lleva al departamento de Cercanías de Asturias. La plaza de Recursos Humanos, que parecía la más apropiada, estaba cubierta. Se pretendía impulsar el departamento de Calidad y Postventa y ahí estuviste veinticinco años, donde procuraste ser respectivamente práctico y justo dentro de lo que cabe en ambas materias.

Lo último fue la integración de Renfe en FEVE, con las consecuencias que habías previsto en este blog antes de que ocurriera. Fue y es una situación complicada pero quieres dejar la pincelada positiva de que tuviste oportunidad de conocer a nuevos compañeros.

En materia organizativo-personal tienes que admitir que nunca te gustó el trabajo en equipo porque temes salir perdiendo. Vas contra todas las teorías, pero prefieres la compartimentación, si es posible, para que nadie se escaquee en el trabajo en grupo. Por esa percepción, a veces te cargaste de más tareas de las debidas pero cada uno es como es. 

De estos años te vas con la idea de que en las decisiones más rutinarias y también en las numerosas reorganizaciones, se atiende, más que a criterios objetivos, a los apoyos que se supone que tiene la línea jerárquica que manda (o coordina, que se dice ahora).

Debes dejar un apunte sobre el funcionamiento de la empresa pública cnocida. La empresa privada solamente la conoces de oídas pero te parece que no hay término medio entre dos abusos: 1/ En la empresa pública quien no quiere trabajar no trabaja y no se le puede hacer nada. Hay una frase lapidaria en el ferrocarril: "los trenes por su vía y el dinero a Pagaduría", con lo que se da a entender que los únicos motivos  para echar a uno serían un accidente ferroviario o quedarse con dinero de la caja. 2/ En la privada, también da lo mismo ser bueno que malo: si te quieren echar te echan. En algún momento pensaste que el ideal estaba en una empresa privada grande donde se pudieran contraponer las fuerzas del capital y las de una organización sindical poderosa. Sin embargo, el poder de las multinacionales desequilibra la balanza. No hay término medio, en definitiva.

También quieres dejar un apunte en relación con los concursos y las adjudicaciones. En teoría hay transparencia. En la práctica, hay empresas que son auténticas especialistas en concursar, pero no en trabajar. Presentan unas ofertas imposibles de rechazar pero después la empresa titular (la empresa ferroviaria, en el ejemplo que nos ocupa) no tiene medios suficientes para comprobar el cumplimiento o el incumplimiento de los numerosos aspectos a controlar. Los adjudicatarios hacen lo mínimo y se van de rositas porque documentar los incumplimientos lleva tiempo, recursos e induce al desánimo.





5 comentarios:

Anónimo dijo...

En la tele se ven abogados que presumen de no tener ningún tipo de escrúpulo para alcanzar su objetivos. Se valen de todas las tretas para salir victoriosos. Seguramente esa actitud permanente marca carácter, aumenta el estrés, sube la tensión y dificulta las relaciones humanas afectuosas. Tú, en cambio, has conseguido con tu experiencia, a ser muy diplomático y con tanta sutileza verbal, que a final no se sabe si estás ofreciendo, o estás demandando.
Ya no vuelves al trabajo. Quizá hagas alguna visita al centro, al principio, pero preferirás quedar con alguien en el chigre de la esquina. En fin, que encuentre tanta paz... como te has ganado y mereces.

Karen Dinesen dijo...

Cuando hacemos lo que creemos que debemos hacer, la aceptación de lo hecho es un deber de nuestra conciencia ya que esta contribuye a que nuestro "yo" lo sea. O dicho de otra forma: sin conciencia, nuestro "yo" estaría en condiciones de solicitar "ayuda a la dependencia".

Dicho lo anterior, la "question"está en qué nos exige la muy tirana o , ¡oh, lalá!, la "bonne vivant". O la "bonne vivanta" para el círculo de "camaradas camarados" , que no quiero yo ser persona excluyente.

Y tu deber fue siempre acorde a la conciencia aunque te haya jugado la mala pasada de aceptar ser "interlocutor" entre la empresa y los "sindicatos". Eso fue un marrón que , como decía mi güela una vez más, en el pecau se lleva la penitencia. Y la tuya fue quedate sin aparcamientu.Hubieras ido en bici y habríes dado ejemplo de "actividad sostenible". Y una peineta a los sindicatos!

Luis, ¿acuérdeste de lo que te enseñaron en el Seminario de les clases de conciencia?...¿aquello de "estricta, recta y lasa"? Pues la tuya fue seguramente mucho más estricta (probe hermana tuya) que la de los curas y toda la jerarquía Eclesiástica que intentó nuestro adoctrinamiento.Ahora seguro que se apunten al "pin parental" pa seguir haciéndolo.Que estos son como Groucho Marx pero sin que a mí me produzcan risa.

La mi conciencia , cuando andaba estresada por el trabayu, hiperventilaba constantemente aunque yo le leyera cada día "la constitución " hecha a mi medida, en la que figuraba que cualquier hoja de servicios de ser humano corriente y moliente no se libraba de estar salpicada de borrones de los que no hay forma de deshacese.

Ahora ya está casquivana del todo.La edad.

Gracies, Luis, por poner a ventilar les tus entrañes pa conocimiento del resto de humanos y humanas que ,una y otra vez, caímos en la tentación.Yo sigo solicitando el perdón pesadísimamente. Porque aunque el mundo me perdone a mí cuéstame trabayu perdoname.
Disfruta de tu merecida jubilación.

Salud y saludos.

M.y dijo...

Me gustó leer el resumen de tu vida laboral. Me evocó gratos recuerdos. Un saludo.

Carlos dijo...

Un apunte sobre lo que dices de La Cantera, lo siento algo de culpa tengo yo por las noches que te acompañaba y no podías estudiar...

Enhorabuena y larga vida post-ferrocarril

Un saludo

Anónimo dijo...

Una vida laboral así ha tenido un buen apoyo de una vida familiar. Las buenas relaciones humanas, después de la vida laboral, no terminan. La gente se conoce circunstancialmente por el trabajo, comparte en la medida de las similitudes mutuas y al final, lo que queda, son relaciones personales: unas que quieres fomentar y otras que no quieres mantener. Ahora vas a tener otras ocupaciones por las que no vas a recibir tal remuneración y ni siquiera las considerarás trabajo, pero llenarán tus horas. Que las disfrutes!