2018/11/28

SABER DE LA MUERTE

¿Qué aporta saber en qué circunstancias concretas murió un conocido tuyo, un compañero? A corto plazo mucho porque si sabes, y hasta dices con seguridad, demuestras dominio de la situación, pero en realidad ¿qué importa que haya muerto en Mieres, como oíste en un principio, o en Aller como puso la esquela? ¿Qué importa que haya sido al ir o al venir de León? ¿Qué importa si viajaba solo o acompañado de su mujer? ¿Qué importa si con él iba también su hija o la habían dejado en Oviedo,  donde preparaba el MIR? ¿o estaba en Mieres preparando tal MIR, porque las dos cosas oíste? MIR-Mieres, quizá alguien oyó campanas ¿Qué importa si le pilló el infarto al volante o iba de copiloto o quizá en el asiento de atrás? ¿Qué importa si era una ruta habitual, porque tenían una casa en Lillo, o excepcional, porque le(s) dio por ir por ahí?

¿O sí importa interesarse por las circunstancias en las que murió una persona? La muerte es un acto definitivo y quizá haya que quitarle el mal morbo de conocer las circunstancias.

Confiesas que preguntaste, pero prometes (para este caso) no interesarte más. Esperas aguantarte, sin que eso implique desinterés por el difunto. Si te enteras de algo, sin preguntar, simplemente poniendo la oreja, también vale.

Que en paz descanse.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La muerte. Hay que buscar eufemismos para que la palabra en sí no tenga una carga tan fúnebre y luctuosa. Sólo los que somos conscientes de la muerte podemos pensar en ella, temerla, evitarla, desafiarla, buscarla, incluso ejecutarla decididamente. Hay quien evita enfrentarse a todo lo relacionado con tan fatídico acontecimiento. Moriremos, vivamos aprovechando cada instante como si fuese el último, que no sabemos cuándo llegará nuestra última hora. Podemos decir con el poeta: "¿CÓMO, muerte, tenerte miedo?"..."¿No seré yo, muerte, tu muerte, a quien tú, muerte, debes temer, mimar, amar?". Cuándo se me han muerto mis amigos o mis familiares, sí he querido saber todos los detalles: dónde, cuándo, cómo y por qué. El porqué es siempre lo más difícil de explicar, de entender: murió de un infarto ¿por qué? ¿no se hacía chequeos?; le cayó una cornisa y le mató ¿por qué? ¿no pasaba revisiones el edificio?. Lo más jodido de la muerte de nuestros seres queridos, cuando nos pilla por sorpresa, es no haber podido despedirnos adecuadamente, no haber hablado todo, no haber transmitido todo y no volver a tener una oportunidad de ponernos a la par. Coges, muy de mañana, un tren de Cercanías para ir a trabajar y te explota una bomba, o te estrellas a 200km/h cuando se debería circulara a 80km/h y dejas viuda y huérfanos y un montón de proyectos rotos, de vínculos abiertos, de vacíos irrellenables, de ausencias permanentes, de duelos. Hablar del difunto, a veces, es como mantenerle presente, como remontar la ausencia. De las muertes deseadas y voluntarias tampoco debemos asustarnos, negarles digna, que no santa, sepultura, si el suicida no arrastra a la muerte a nadie, como hizo algún piloto de avión. Hay que pensar en esos que mandan a la muerte a los demás que no quieren morir. Los asesinos no son víctimas. Enfrentarse a una muerte que no es accidental acarrea muchos y muy malos estados de ánimo, con un dolor añadido a la propia ausencia.

Anónimo dijo...

Usted, D. Luis, es un experto en obituarios que sabe leer las esquelas, sean de Aller, o de Mieres. Hoy las esquelas las redactan las compañías de servicios funerarios y todas son muy parecidas (ha fallecido, a los 91 años de edad, habiendo recibido los santos sacramentos y la bendición apostólica de Su Santidad. D. E. P. Sus afligidos...) pero en otros tiempos revelaban mucho sobre el finado, como sus epitafios. Una esquela, para los entendidos, es una valiosa fuente de información. Es un contacto con la muerte. No es un contacto como el de los sanitarios, no es un contacto como el de l@s que maquillan el cadáver, no es un contacto como el de l@s que trasladan el cuerpo sin vida al cementerio, o al crematorio. L@s matarifes de los mataderos no entienden la muerte como algo morboso, lo ven como el final de una etapa del ser vivo y con la muerte empieza otra etapa. Lo de las otras etapas del ser humano dependen de la base religiosa que cada uno tenga: algunos creen que irán al cielo, otros que se reencarnarán, otros... no creen en esas cosas y saben que cuando uno muere se le acaba todo con el final de su vida y eso puede producir una angustia insoportable. Pienso en esas personas que disfrutan de todos los placeres de la vida, de todo lo bueno, lo mejor y morir supone no poder disfrutar más. Para los que sufren es al revés, con expectativas espirituales post mortem, o sin ellas. Por lo único que podemos trascender, a diferencia de ciertos animales que nos ofrecen sus preciados jamones, o su exquisito picadillo, sus sabrosas cecinas, o sus callos, es por nuestras obras, porque se valoren nuestros escritos, nuestras pinturas, nuestra arquitectura, por el amor que hemos infundido en los demás. Por las muertes ocasionadas a lo Mao Zedong o Mao Tse-tung y las purgas de su revolución cultural del partido comunista.

Anónimo dijo...

Qué queda de la empatía y de la belleza de los seres que amamos, cuando les abandona su ánimo-alma. Recién quedan inertes ni siquiera ya son ellos mismos. Las estatuas, las efigies, por muy fieles al original que sean, no pueden sustituir al original, ni siquiera los embalsamados, disecados. Muchas veces queremos el sustituto porque no podemos disfrutar del original con vida, con su carisma, queremos el consuelo de poder recordar esa belleza que hemos poseído, que hemos hecho vibrar, que nos ha hecho feliz y ya sin vida no nos reporta ese placer (salvo el morbo de los necrofílicos, claro está). La belleza y la lozanía de los 25 años se va marchitando a medida que se envejece, pero puede aumentar con los años el carisma y la empatía, aunque en otras personas, los años causan estragos, porque son estúpidas amargadas, inconformistas insociables, decrépitos desagradables a la vista y al trato. A un@s y a otr@s se nos comen los gusan@s si no nos queman para disminuir residuos, aunque con los cuerpos sin vida también se especula y se gana dinero por mantener una sepultura, un panteón. Y si llega uno a la edad de jubilación y como pensionista queda viudo, solo, sin saber freír un huevo, ni abrir una lata de conservas, sin saber plancharse unos pantalones, ni pegarse un botón, tiene que llorar amargamente la pérdida de su mujer. Las mujeres al llegar a esos momentos sufren menos las ausencias porque son más autosuficientes, más independientes, más resolutivas, más resilentes. Así que la muerte no es lo mismo para unos que para otras, aunque amb@s se queden sin el ser querido. Por eso la muerte, para algunas personas, da mucho yuyu, o repelús.

Anónimo dijo...

RIP. Los muertos descansan en paz eternamente. Bueno, no todos, a Franco no le dejan en paz ni después de 43 años muerto. Hay muertos que están muy vivos, que tienen culpa de todas las desgracias que hoy nos acontecen, en el campo de la economía, en el campo de la religión, en el campo político, en el campo de los asuntos sociales, en el campo laboral, e incluso en el campo agrario. La religión siempre ha sido un poderoso aliado de los políticos para mantener al pueblo subsumido a unos intereses que esencialmente interesaban a los políticos. Los cómplices que le hacen el juego a los políticos han sido siempre generosamente recompensados, como los sacerdotes, desde la antigüedad. La religión y la manipulación de nuestras conciencias, el ojo omnisciente del que no te puedes esconder, el miedo al castigo eterno, el premio por se obediente a los dictámenes políticos. Hay un dios a la medida de cada régimen político. Y al final te mueres y no hay Dios que te ampare. ¿Dónde está Dios ante tanta injusticia en el mundo? Los muertos ya no son culpables.

Anónimo dijo...

José Manuel Fernández Núñez, al que sus allegados han despedido con mucha guasa. “Tu madre, hermanos y hermanas, sobrinos y sobrinas y tu primo no te olvidarán y menos con la camisa que te has ido, llevas un paquete de tabaco entero, no te lo fumes del tirón que ya no te mandamos más, y compártelo con tu padre”, le dicen al fallecido.

No acaba ahí la broma. Hay más. En el segundo párrafo se ruega “un brindis en su recuerdo” y, tras los datos pertinentes sobre cuándo y dónde se celebrará la misa, se cierra con un “él seguramente estará en el bar de enfrente”. Como colofón, un sentido “te queremos”.

Como era de esperar la singularidad del mensaje de esta esquela ha causado sensación en redes sociales, donde fue compartida por Manuel Moguer, periodista de ABC, medio en el que fue publicada. Precisamente en este diario, como recuerdan en El Comercio, es donde hace cinco años se pudo leer a una familia echando en cara al difunto que se muriese “sin dejarnos la receta de la paella de escabeche”.

No son las únicas. En febrero, una publicada en La Vanguardia despertó cierto revuelo por la acritud que reflejaba el texto. “Ha dejado este mundo sin haber aportado nada de interés. Creyente en un Dios que espero que exista” decía en una de sus versiones -había dos, en castellano y catalán-. Después de unos días de misterio se descubrió que la frase la había escrito el propio fallecido, Emilio Miró Paniello, y que era parte de su testamento vital. Él era así y así quería que lo recordasen.

Más reciente es la que escribió la artista de Pamplona Susana Ortíz Urbeltz para despedirse de los suyos. Tras unas palabras bonitas y llenas de amor para sus familiares más cercanos, a los que citaba uno por uno, esta mujer de 45 años decía adiós en su esquela con un “¡A bailar!”.

Aunque no es lo habitual, son varios los ejemplos recogidos a lo largo de los años de esquelas cargadas de humor y guiños divertidos pese al dolor de la pérdida. En Strambotic, de Público, hicieron hace tiempo una recopilación en la que destacaron algunas como aquella en la que familiares y amigos le decía a Manolo, “no nos esperes levantado, ya iremos llegando” o la de Miliki, para el que se rogaba “una sonrisa por su alma”.

Claro, que las que llaman la atención por salirse de la norma no son siempre por su humor. A veces también hay un poco de rencor. Reciente es esa en la que los hijos de la estadounidense Kathleen Dehmlow despidieron a su madre así: “Falleció el 31 de mayo de 2018 en Springfield y ahora se enfrentará a su juicio. No será echada de menos por Gina y Jay, quienes entienden que este mundo es un mundo mejor sin ella”. Detrás de estas palabras tan duras se encontraba una historia de abandono.

Un último adiós en forma de una esquela con mucho humor.