Lees en la prensa que el Director de la Academia Española, que por cierto también estudió en el Seminario de Oviedo, apunta que el lector no debe ir a un libro a ver qué le da, sino a dónde le lleva. De momento, te parece que el titular es erróneo, que contradice el contenido del texto, y que contiene una leve falta de ortografía, pero de esto escribirás otro día si la actualidad no te pasa por encima.
Lo que crees entender es que cuando te pones delante de un libro, puede llevarte mentalmente por vericuetos que el autor no se imaginó.
El caso es que a los cerros de Úbeda también te pueden empujar los legajos de las partidas de bautismo de tu pueblo.
Descifrando partidas, sacas la conclusión de que a los Bayones, Requejos, Fueyos, Abellas, Barros, Cienfuegos, Bernardos, Castañones, Sierras, Cacheros, Moranes, Oteros, Urías y otros apellidos de la zona, sus padres se apresuraban a bautizar sin demora a sus retoños, en muchas ocasiones el mismo día, a veces “de socorro” por alguna devota del pueblo, con tal de evitar que el recién nacido acabara en el limbo de los justos, esa simpática categoría teológica.
En la década de los ochenta del siglo XIX, que estás revisando, aterrizaron por allí muchos trabajadores para el ferrocarril, que tanta mano de obra empleaba entonces. Es cuando observas que a los Arrizubietas, Viñas, Vigones, Iguaranes, Marcos, Badiolas, Somozas, Samperes, Pedrosas, Arangos, Aldeiturriagas, Ceballos, Collazos o Arnedos podían bautizarlos a los seis o hasta a los quince días.
Ya tenías elaborada una teoría sobre cómo el entorno familiar y social presionaban a los nativos a bautizar sin premura a sus retoños, no fueran a perder del todo su alma, si pasaba una desgracia, Dios no lo quiera. Por el contrario, los “venidos”, los inmigrantes, pasaban de los trámites religiosos, no tenían allí a nadie que les diera la vara y eran libres para organizar su agenda. Ya encontrarían un hueco para el bautismo sin presionar al cura y sin que nadie los atosigara.
Para celebrar el Día de Asturias, te tomas unas sidras con tu señora y le comentas esa diferencia de días en los bautismos y sin que llegaras a anticiparle tu hipótesis, te deja planchado:
- Es que a los bautizos suelen ir los abuelos y si estaban lejos…
Efectivamente, en los registros se observa que muchas veces los padrinos son los tíos o los abuelos venidos de cientos de kilómetros, con lo que con un toque de sensatez de andar por casa te desmontó esa teoría que tan avanzada tenías.
¡Qué aburridamente práctica y poco dada a filosofar es la mente femenina!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
La conclusión a la que tu esposa llegó es fruto de una reflexión filosófico-científica, Luis S.
Lo que ocurre es que la mente de la mujer es más ágil.Recopila datos, los registra, los relaciona y concluye con una rapidez que yo entiendo que te descoloque...
En el camino que has elegido para valorar el recorrido de pensamiento hecho por tu mujer, se advierte esa diferencia a la que me refiero...(jeje)
Un abrazo
Pili es auténtica.
Publicar un comentario