2009/08/04

LOS INDIFERENTES

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Lees un artículo de Maruja Torres que titula así y cuenta una escena normal de una cafetería o un bar cualquiera.

"Entre las mesas vacías, un camarero recoge vasos y platos, recoloca sillas, pasa un paño por la superficie de las mesas. Me fijo en él, camino de mi casa, porque siempre me sorprende la capacidad para cambiar de personal que muestra el establecimiento".

El artículo lleva ese título porque los protagonistas no son los camareros ni los titulares del establecimiento, sino precisamente los clientes que asisten, indiferentes, a esos cambios sin inmutarse. En ese caso concreto Maruja Torres se quejaba de que esos trabajadores precarios destrozaban la cerveza incapaces de hacerse con la técnica del escanciado.

Hace unos años tenías la costumbre de tomar una(s) sidra(s) con un compañero al salir de trabajar. Como a tu compañero lo trasladaron seguisteis la costumbre por separado aunque de vez en cuando os lo montáis para reanudar esa buena costumbre.

Lo de quedar en un sitio tiene su miga. En uno parábais porque daban un pincho curioso. En otro porque la escanciaban bien y tenían un buen palu (para no asturianos, buena marca, buena sidra, buen sabor). Por el contrario, otra la evitábais porque abundaba demasiada gente del gremio y a veces conviene desmarcarse.

Durante una temporada castigasteis con vuestra ausencia a la sidrería del buen palu porque el dueño echó delante de todo el mundo una bronca desmedida a una camarera ¿qué había hecho ésta? no lo sabíais bien porque estábais a vuestros celeres, pero en unos meses no volvísteis. Claro que lo correcto sería decirle al dueño:

- Ahora en dos meses no volvemos, por faltosu.

Os limitásteis a hacer mutis por el foro y a lo mejor lo único que pensó el hostelero es:

- Qué raros son estos dos ¿qué yos habrá pasao?

La precariedad laboral pasa por delante de nuestras narices a veces sin darlos cuenta, a veces hasta la aplaudimos, salvo si afecta a uno de los nuestros.

Siempre se puede hacer un vacío a la gente sin escrúpulos pero resulta imposible examinar de ética a cada establecimiento antes de realizar una compra. La conciencia se hace cada vez más laxa y acaba uno mirando para otro lado.

1 comentario:

Karen Dinesen dijo...

La conciencia general, tal vez. Algunos individuos, conscientes de ello y con el grado de escepticismo bastante elevado, tienen su conciencia enrabietada. Lo que no sirve más que para aumentar las posibilidades de producir una úlcera de estómago en el mejor de los casos. Pero no pueden evitarlo. ¡Qué menos!