2009/08/05

EL COMBATE CUERPO A CUERPO

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Es el recuerdo más terrible que tienes de la mili y eso que estuviste un mes en el calabozo por hacer el gilipuertas, que te registraron la taquilla y tus pertenencias porque te pillaron con un libro de Tamames ("La República. La Era de Franco", era un libro legal, pero ese título, ese autor entonces, 1976...), que tuviste que dar explicaciones por una frase sincera que se te escapó una noche en León ante un mando de Valladolid ("el cuartel de Valladolid es el peor de España"), que tuviste que aclarar otra frase que incluiste en un parte cuando eras ferroviario-militar (que subcontratar la limpieza de tu estación de Tierra de Campos era un flagrante despilfarro, esas palabras literales escribiste, habiendo un operario de la casa sin carga de trabajo) y por algún que otro mal rato en Zaragoza y otros fuertes militares.

Pero eso son anécdotas de poca monta. Lo peor fue cuando en Cáceres, en la instrucción militar os reunieon después de comer a la Compañía para ver lo que entonces se llamaban filminas, posteriormente diapositivas. Con un mes de mili os metieron en el dormitorio, apagaron las luces y os mostraron sobre una pantalla o sobre la pared blanca unas imágenes de cómo había que combatir cuerpo a cuerpo cuando te encontraras con el enemigo, cogerlo por detrás, hundirle el puñal con fuerza...

La guerra es para ti esa oscuridad, el polvo, el calor y la fatiga extremeños, esas borrosas diapositivas, sentados en el suelo, soldaditos de dieciocho o diecinueve años, mientras en la pantalla veías esas imágenes o parte de ellas, porque preferías taparte los ojos ocultando el ardor guerrero, oyendo al máximo volumen cómo se clava un puñal.

Eso es la guerra, no son solamente unas luces en una pantalla, una diana, un objetivo, unos esquemas, unas flechas de colores sobre un mapa que indican avances o retrocesos.

¿A cuento de qué viene esto? A cuento de una entrevista que lees de la neozelandesa Joanna Bourke, autora de "Historia íntima del combate cuerpo a cuerpo en las guerras del siglo XX".

Cuenta cómo se adiestra a un soldado, cómo se arenga antes del combate, cómo psicólogos y capellanes les alejan de cualquier duda que pudiera rebajar su rendimiento en el momento de matar. Sigue describiendo cómo la psicología se convierte en una ciencia social en la Primera Guerra Mundial, se pone al servicio del ejército para seleccionar a los mejores para el combate y elimina el sentimiento de culpa o cualquier rechazo que les haga perder efectividd guerrera.

Insiste en el componente racista del combate, por ejemplo en Vietnam, en donde se alcanzaron cotas inimaginables de violencia simplemente porque el enemigo era de otra raza. No es difícil pensar qué se diría del moro en nuestros cuarteles.

Es la guerra y a lo mejor tiene que ser así, porque en las situaciones límite no valen los matices. En ese momento de la verdad se admite la excepción de que el fin justifica los medios.

3 comentarios:

Daniel dijo...

Ahora, por fortuna, hay menos guerras y menos ardores guerreros en el mundo, pero cuando las hay vale todo y más, como siempre. Ya que das pie a la batallita de la muy olvidada mili, a mí me pillaron con una "china" en la taquilla.

Karen Dinesen dijo...

En esa situación límite del contexto bélico,tal vez. Lo que es injustificable es que una humanidad con el culo pelado en esa cancha, siga propiciando esas situaciones.

belijerez dijo...

Efemerides de la bomba atomica, hoy. Mientras existan guerras calientes o frias que siguen existiendo, la humanidad seguirá diseñando su propio fracaso.

Este post me hace sentir tristeza, a la vez que rabia. Mi marido nunca cuenta batallitas de la mili, por el contrario todavía llora por lo mal que lo pasó. Le pareció todo tan subrrealista, dos años en farmacia de Madrid, viendo como perdía su tiempo, su energía y las ganas de vivir... fue terrible.