2021/11/08

DE FACEBOOK (días 2 y 3)

Uno leyó hoy artículos y editoriales sobre el cambio climático, sobre la creciente sensibilización social pero la no tan creciente adopción de medidas individuales para combatirlo; sobre ese G-20 cargado de buenas intenciones, solo eso de momento; sobre el niño de nueve años asesinado en Lardero; pero uno se queda con una única noticia menor: mil jóvenes colapsan la calle del Peso en Oviedo tras no poder entrar en una fiesta de Halloween. La calle del Peso es una céntrica calle ovetense, muy próxima al Ayuntamiento. La Nueva España presenta una crónica ilustrativa, detallada y bastante completa de lo ocurrido, reflejando hechos y recabando opiniones de ciudadanos o representantes políticos. De esa noticia, nada del otro mundo, uno se fija en una serie de aspectos:
Llama la atención que esa multitud de jóvenes pretendiera entrar a una discoteca que se sabía saturada, como si esa fuera la última alternativa de esa noche o como si ese fuera un rito iniciático que era imprescindible cumplir en la noche de Halloween.
Llama más la atención que se aglomeraran para entrar en un local donde todavía iban a estar menos ventilados y más aglomerados. No cabe de ninguna manera pensar que dentro se iban a respetar las distancias ni a adoptar las mínimas medidas de protección.
No acaba uno de entender qué placer sienten algunos jóvenes en destrozar el mobiliario urbano cuando no consiguen satisfacer sus caprichos, de lo que solo ellos tienen la culpa porque ya está bien de que escabullir toda responsabilidad individual y echar la culpa al empedrado, a esa genérica sociedad, convertida en saco de golpes y chivo expiatorio de las culpas que tiene y de las que no tiene.
Admite el edil de seguridad cierta impotencia ante la situación. Una vez que están concentrados miles de jóvenes es complicada la dispersion, pero tampoco lo ve uno tarea imposible sin necesitad de llegar a utilizar una fuerza física intensa. No cabe pensar que el titular de una actividad privada se responsabilice de evitar las aglomeraciones en su terreno (porque tiene una responsabilidad en ello) y nadie sea dueño de velar por las condiciones de seguridad en la vía pública. Eso sin mentar la frase de Fraga: la calle es mía. Que no es frase mal traída para esta ocasión.
Si los cuerpos de seguridad pudieron abrir paso para que entrara una ambulancia, pudieron también ayudar a dispersar a la multitud como medida de salud pública, si no se quiere pensar en otra.
Los responsables de la seguridad local sacan positivas conclusiones de lo ocurrido. Como el ladrillo muñegote de Van Gaal: siempre positifo, nunca negatifo.
Lo peor de todo, lo apuntado al principio: que tantos miles de jóvenes no se sepan comportar, seguramente jóvenes debidamente escolarizados, otros muchos estarán trabajando, no todos serán desclasados y harapientos sociales.

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En la política hay decisiones de altura y de bajura. Hoy toca iniciar con una de bajura, de poca monta por suerte. Lee uno en El Comercio que el Principado propuso una ley para aligerar la burocracia, consistente en extender para varios trámites una declaración responsable, con la que el promotor de una obra o el peticionario de una subvención declaran cumplir las condiciones, como requisito imprescindible para que les llegue el dinero de la subvención o el permiso sin necesidad de que ningún funcionario revise antes la documentación. Ciudadanos presentó una enmienda privatizadora, sorprendentemente admitida por el PSOE, consistente en que la gestión de la comprobación posterior corriera a cargo de entidades privadas. El PP está a favor pero votó en contra de la propuesta porque ‘no puede hacerse mediante una enmienda que se quiere introducir en una ley que se tramita de forma exprés’. Defensores del más tradicional parlamentarismo, alegan que eso hay que debatirlo en una ley en condiciones. La orden de oponerse a la propuesta de Ciudadanos habrá venido de Teresa Mallada o más arriba. Un parlamentario popular recién llegado habrá preguntado a otro correligionario de confianza: ¿pero si estamos a favor de privatizar esto, no habría que votar con Ciudadanos? Otra de las servidumbres del político recién llegado es tener que dedicar tiempo a estudiar el argumentario de qué tiene que decir ante cualquier cuestionamiento de su partido, aun en áreas funcionales y geográficas que le importan un bledo. Y así, este humilde concejal de obras de un pequeño municipio, tendrá que dedicar tiempo a estudiar los dossieres del partido que traten sobre los pactos en Baleares, la última polémica de la madrileña Ayuso, la moción de censura de Badalona o cualquier otro avatar tan alejado de la reparación del alcantarillado de su pueblo, que es de lo que sabía y lo que, en principio, le interesaba.
Otra cuestión menor, pero que es un termómetro de la eficacia de las administraciones, es la foto-denuncia de una señal medio tapada de tráfico. ¡Ve uno tantas así! Transmiten una triste imagen de desidia y de lejanía entre los administrados y los administradores. Seguramente la administracion competente tendrá una salida: que si salió a concurso el mantenimiento de los márgenes de las carreteras, que la alta pluviosidad de los últimos meses,... Saben que no los creemos.
¿Estaría uno dispuesto a ir de jurado popular en el caso del concejal Ardines, asesinado por celos según todos los indicios de más peso? Lo más duro es que cuando terminen los interrogatorios y se expongan las conclusiones, se les quitará el teléfono móvil y quedarán recluidos a debatir en un hotel de Oviedo. ¡Sin teléfono móvil durante un largo períodos! He aquí un motivo de íntimo rechazo a participar como jurado, aunque se aleguen otros motivos para excusar la participación.
Pese a contar con una implantación electoral nada despreciable, Vox normalmente no participa en el gobierno de las instituciones por el hostigamiento que sufre desde la izquierda y el temeroso distanciamiento pretendido desde la derecha. Esa implantación electoral le permite impugnar las leyes ante el Tribunal Constitucional, que le dio la razón en algunos casos sonados. Debe ser un motivo de preocupación que en la práctica Vox no consiga gobernar, pero sí tumbar parcialmente algunas leyes. Si el Constitucional falla a su favor, quiere decir que algo de razón tienen en alguno de sus planteamientos.
Murió Urrusti, el escultor del hierro, autor de expresivas imágenes de gran y pequeño formato. Entre estas, uno vio varias que representan una máquina siete mil saliendo de un túnel, normalmente pensadas como recuerdo para maquinistas que se jubilan. De su taller salió la gran escultura de una pared de la cafetería de la estación de Oviedo que sobre un mapa de Asturias representaba lo más característico de la economía regional junto a la comarca en la que se asentaba: la siderurgia, la pesca, la manzana, los osos, el túnel de La Perruca,...
Uno tenía pensado no decir nada durante unos días de la oficialidad del asturiano, pero hace un paréntesis para indicar que una columna de El Mundo da cuenta de que en esta región estamos preocupados por la cuestión idiomática. Esto salta a la capital.
Al hilo del asesinato del niño de nueve años en Lardero, El País entrevista a un exmagistrado y experto en política penitenciaria, que justifica el funcionamiento del sistema. No obstante, la entrevista es interesante. Las palabras enmarcadas dentro de la elipse podrían haber dado lugar a un titular diferente y orientan sobre la tendencia de este antiguo magistrado.
Se queda uno con la foto del cementerio que publica La Vanguardia. Parece que algún muerto reposa en la séptima planta del cementerio. La foto no lo revela con nitidez, pero que hay seis pisos es seguro. Uno ve un sinsentido y una desmesura en esas alturas. Los deudos del difunto no pueden sentir, literalmente, ninguna sensación de cercanía con los restos que permanecen tan arriba y tan a desmano para cualquier cosa, hasta para mantenerlo con decoro.
Uno ve la imagen de unos aficionados brasileños destrozando la caseta del futbolero VAR y le cuesta creer que una imagen así pueda darse por nuestros lares, pero el fanatismo es capaz de cualquier desmán.




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