2020/11/10

EL VINO BUENO Y EL VERSO LIBRE

Mirando ayer qué había en unas cajas del mueble de la salita, resultaron ser unas conservas selectas ya caducadas procedentes de algún regalo. Para evitar la propagación del virus de la caducidad, tomaste entonces la decisión de ver qué vino añejo pudiera andar despistaado por alguna estantería, no fuera a quedar ajerezado. Sin demora, hoy lo tomasteis (la primera parte). Parecía estar bueno, pero imposible contratar a un gourmet que se encargara de una valoración más precisa.


Por la tarde encuentras este verso libre.

Atravesó las mantas
y el olor,
ya borroso,
la voz en runrún de Clara
desde el patio
y el chirrido del sillón.

Otra vez,
fugaz,
pirueteó el viejo de las tres iniciales.

Vencido,
derrumbados los muros
que defendían la soledad en sombra
del cuerpo arrollado,
alzó un brazo y apartó las frazadas.

Se rindió a los ruidos
y las imágenes que ellos traían,
la casa,
la vida de alrededor.

Es una broma. No hay tal verso. En realidad es la prosa que se reproduce al final, pero como no entendiste absolutamente nada, pensaste que podía presentarse en formato de verso libre. Con el vino, algo parecido.

Atravesó las mantas y el olor, ya borroso, la voz en runrún de Clara desde el patio y el chirrido del sillón. Otra vez, fugaz, pirueteó el viejo de las tres iniciales. Vencido, derrumbados los muros que defendían la soledad en sombra del cuerpo arrollado, alzó un brazo y apartó las frazadas. Se rindió a los ruidos y las imágenes que ellos traían, la casa, la vida de alrededor.

(De un cuento de Juan Carlos Onetti).



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