2012/11/14

HUELGA GENERAL: ENTRE LA DUDA Y LA CERTEZA

Los días de huelga son días raros. Se encuentra uno incómodo tanto yendo a trabajar como quedándose en casa.

Sienta la jurisprudencia del Tribunal Constitucional que los servicios mínimos no han de superar los estándares de un domingo o un festivo. Proyectas la mente a unos años vista con el comercio absolutamente liberalizado sin restricciones horarias ni de ningún otro tipo y te imaginas unos comercios que abran sus puertas y otros que sigan cerrados, que abran por la mañana y cierren por la tarde o viceversa, es más, unos que abran un domingo pero no al siguiente en el ejercicio absoluto de la libertad, es decir, del que tiene la llave de la puerta. Algo así sentiste esta mañana mientras dabas una vuelta para ver el ambiente y formarte una opinión, necesariamente sesgada en base exclusivamente a la percepción de lo que ocurrió en tus contornos.

Das un paseo por el centro de la ciudad y piensas si el criterio del que abrió o cerró es un elemento a tener en cuenta en cuanto a tu fidelización como cliente de cara al futuro porque hay quien compra preferentemente a los amigos, a los vecinos, a los de su gremio, a los de su credo político, o a los que tienen la marca Q, R ó P en su publicidad. Se podrían implantar unas etiquetas “En esta casa abrimos el 14-N” ó “En esta casa cerramos el 14-N”, que animaría a unos, alejaría a otros, y dejaría indiferentes a los demás. Tampoco estarían de más unas pegatinas “En este establecimiento se respetan los derechos de los trabajadores”. Eso marcaría la línea del boicot, y no si los productos se envasan en Tarragona o en Castellón.

Miras con temor si los establecimientos de todo tipo en los que a veces paras abrieron o cerraron. Mayoritariamente están cerrados pero habría que preguntar al personal si, como en el matrimonio, decidieron libremente y sin ser coaccionados o con miedo invencible. Claro que un ejercicio máximo de cinismo sería boicotear al establecimiento que abrió el día de huelga pero seguir comprando en los chinos un domingo por la mañana, donde no cabe racionalmente esperar que se respeten los derechos mínimos.

En un día de normal de trabajo no darías tantas vueltas a la cabeza. Imprimirías papeles, unos en horizontal, otros en apaisados, unos en A3 y los más en A4. Mandarías unos correos, archivarías otros y cosas así.

Por la tarde acudes a la manifestación, en principio de oyente y observante, viendo la gente, las banderas, los gritos, los conocidos, las calvas en la marcha.

Al final tomaron la palabra los máximos responsables provinciales de UGT, CCOO y USO. Te quedas con las palabras finales de Justo Rodríguez Braga, de UGT: Si nos movilizamos podemos ganar o perder, pero si no nos movilizamos estamos perdidos.

Esa es la sensación que tienes al final del día, entre la duda y la certeza.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Si alguien se ampara en la masa para atropellar los derechos de la gente, después de la huelga va a tener que convivir con los atropellados por él. Mientras se atascan las cerraduras no se puede cantar victoria, no se pueden dar lecciones de democracia