Recibes con gran decepción la avalancha de noticias sobre los casos de dopaje en los que está implicada Marta Domínguez. Llaman al caso OPERACIÓN GALGO, quizá porque el que no corre, vuela.
Los suyos, su familia, sus vecinos, los más allegados, la arropan. Normal. Hay otros muchos atletas locos de contentos porque esto acabara saliendo a la luz pública. En todos los ámbitos de la vida uno sabe que debajo de la realidad, alimentándola y empujándola, corre un montón de porquería. Wikileaks lo descubrió en lo más alto de la política y de la guerra, prolongación una de otra, según tradicional definición.
No hace nada leíste también con disgusto que Nelsinho Piquet iba a recibir una indemnización porque quedó probado que su equipo le indujo a que se provocara un accidente para beneficiar a Fernando Alonso.
Perico Delgado estuvo en el filo de la navaja. Lo de Contador está pendiente, siendo diferente la versión española de la europea. ¿Qué decir del boxeo, en franco retroceso en España?
Pese a todo son o fueron tus ídolos, unos más que otros.
Entretanto, oyes decir que vale más ir a ver a cuatro chavales que corren detrás de una pelota embarrada en cualquier campo de fútbol de categoría regional, pero ves que a esos chavales los van a ver, y no siempre, su padre, quizá su novia y poco más.
Te preguntas con qué ilusión vas a adoptar como tuyos a los nuevos ídolos que vayan surgiendo en la práctica deportiva porque no sabes cuánto se va a tardar en descubrir alguna trampa, algunas mientras estén en activo, otras cuando se retiren.
Preferirás, como la canción, pensar:
- Dime que no es verdad, dime que no es verdad, dímelo.
2010/12/13
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