Mohamed tiene quince años y es rizoso y morenito. Sus padres son inmigrantes de Marruecos que se ganan la vida dignamente como pueden, en la construcción o limpiando por las casas. Su madre se toca siempre con el velo cuando sale a la calle.
Está casi integrado. Lleva muchos años en Asturias, juega al fútbol y lo hace bastante bien según dicen sus padres que les dicen otros padres, pero su madre nunca lo vio jugar.
Ese sábado juega un partido importante. En casa se le ve preocupado y concentrado. Su madre quiere estar con él el día del partido. Va a ser titular.
Mohamed tiene un problema. Querría que su madre estuviera allí pero ella no se va a quitar el velo y si lo lleva puesto sería la comidilla entre los compañeros. Eso no lo quieren ni él ni ella porque ya se sabe lo crueles que son los niños y los no tan niños.
La madre tiene un dilema: elegir entre el velo y su hijo. Mohamed y su generación y quizá alguna más, tendrán que convivir con esa tristeza.
Estás a favor de la integración pero te pones en el lugar de Mohamed y de su madre y sufres con sus tristezas, porque quizá tú las padeciste alguna vez por otros velos. Nunca falta un velo: el de la pobreza, el de la ignorancia, el de la incultura, el de la inmadurez.
2010/06/06
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5 comentarios:
Al final el articulo no se decanta ni por el si ni por el no, es lo que tiene según que lecturas, ponlo en cuarentena también a este.
Entre la costra protectora y lo de algunos de tu pueblo hay un trecho que ni El Público puede justificar.
UP!el anterior comentario no iba aqui, es en el suelto sobre la costra. Mil perdones.
algunas personas tienen el velo tan metido en la sesera que no se ven su propio velo.
Y allá van tan panchos paseando por la calle.
Juvenal
Juvenal: esto que dices ¿tiene que ver con lo de la paja y la viga..?
modestamente estimo que el problema más que el velo es...elburka...,el burka mental...
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