2010/06/18

VINO DE ALBALÁ

Hay que volver a subir a las ramas del árbol genealógico y escarbar por las raíces, que dan mucho juego, bastantes alegrías y alguna sorpresa.

Por ejemplo te encuentras debajo del reloj de la estación con un señor, te quedas mirando para él y piensas y dices, como hacía tu padre “parece que me suena”, pero no lo abordas a la primera. Luego te arrepientas. ¿Y si era? ¿Y si no lo vuelves a ver? Por suerte lo volviste a ver. Entonces entras directamente:

- Oiga, perdone, ¿será Vd. hermano de Julio el de Santa Marina?
- No, soy sobrino.
- Es que se parece mucho.

Julio, que en paz descanse, murió no hace mucho después de rebasar los noventa y cinco años.

Y de momento no avanzáis mucho más pero intercambiáis alguna palabra y seguramente suscitáis algún interés mutuo.

Habláis sobre el apellido Albalá.

- Hombre, yo estuve de veterinario en Cáceres y allí había un pueblo que se llamaba Albalá.
- Pero el mío es de León.
- Y mi suegro era médico de la Renfe en Extremadura. Tengo algunas revistas viejas de la Renfe.

Y para un primer contacto no hay margen para más.

A los cuatro días te trae unas revistas de los años cuarenta y cincuenta, entre ellas, un reportaje sobre la llegada en barco de las máquinas sietemiles al Puerto del Musel…y una botella de vino blanco.

- Tenga esta botella, hace unos cuantos años que la tengo en casa y está hecha con uvas de Albalá.

Diste buena cuenta de ella, con más Albalás, no se fuera a perder.

Alguien que te quiere dice que eres un palizas, ¿pero cómo si no, iba a llegar a ti un vino de Albalá?

1 comentario:

Karen Dinesen dijo...

O sea, que lo de ser un ser comunicativo y afable es fruto de una intención perversa...¿Es así como obtienes el pinchu de picadillo?...
Un abrazo, Luis Simón.