PÓLVORA AJENA Y POLVAREDA HELENA

Sin profundizar en las causas, simplemente leyendo poco más que los titulares, puedes sacar conclusiones equivocadas sobre la bancarrota griega, pero es difícil quitarte la idea de que la inmensa mayoría de las bancarrotas de las instituciones públicas de todo tipo se deben a que se tira impunemente con pólvora ajena. Es duro admitirlo, pero después de meditar posibles soluciones, no ves más remedio que quitar la libertad al político manirroto.

Colea todavía, y no se sabe en qué terminará, el caso del ex-alcalde del concejo asturiano de Siero, condenado por el Tribunal de Cuentas a afrontar de su bolsillo una indemnización millonaria por haber aprobado un incremento ilegal de los sueldos públicos. Los funcionarios se solidarizan con él, como es natural. También se alegra/solidariza el partido de la oposición porque son las barbas del vecino.

Hace años otro alcalde asturiano, en este caso el del Ayuntamiento de Quirós, ordenó el cierre de una explotación minera que contaba con todos los sacramentos. El Tribunal Supremo confirmó la condena al Ayuntamiento, que carece absolutamente de recursos para hacer frente al pago.

Te parece que el caso griego es por el estilo, en el fondo se trata de tirar con pólvora ajena, en la idea de que siempre vendrá alguien a tapar el agujero. El Alcalde confía en la Corporación siguiente o en el Gobierno autonómico. La Autonomía pica a la puerta del Estado. El Estado confía en Europa. La huida hacia adelante.

Las Sociedades Anónimas triunfaron porque consiguieron difuminar su responsabilidad dejando a salvo el patrimonio de los accionistas. Es innegable que gracias a eso contribuyeron al desarrollo económico de los pueblos, eso sí, dejando cadáveres (en este caso te refieres solamente a cadáveres económicos) en las cunetas. De ellas copiaron los gestores públicos. Lo importante es ganar elecciones. Ya se verá cómo se pagan los pufos.

No encuadras a los políticos en el capítulo de los héroes, al menos en tiempos de paz, pero no por eso los denigras. Los ves simplemente como imprescindibles servidores públicos. Para que no firmen en barbecho y tiren con pólvora ajena, no ves más remedio que implantar la privación de libertad si resultan causantes de la bancarrota de las instituciones que presiden. No crees que sean tan héroes como para arriesgar su libertad por el progreso económico de su Municipio, de su Autonomía, de su Confederación Hidrográfica o de su Estado.

Los salva que las modernas teorías jurídicas no van por la labor de encarcelar por deudas, ni públicas ni privadas.