Lees en la prensa que el que quiera realizar una visita guiada al Archivo Histórico de Asturias, que acaba de inaugurar sede, que esté a la puerta el martes a las cuatro de la tarde.
Allí estás. Habías leído que desde que cambió de sede y pasó de las Pelayas, junto a la catedral, a la antigua cárcel provincial, en el barrio del Naranco junto a las vías del Norte, redujo horarios y alguna queja asomó a los papeles. Querías comprobar si, además de ese, había algún otro motivo de queja.
Habías estado alguna vez en el antiguo edificio, sin gran éxito, porque lo que buscabas, viejos papeles del Juzgado de Lena, no lo tenían. Querías averiguar en qué circunstancias murió un tío tuyo a mediados de los 50 en un accidente ferroviario, por si quedara registrado en algún legajo. Te habían dicho entonces que lo de Lena no lo custudiaba el Archivo. Por el resumen de documentos que incluye el folleto explicativo, sigue sin estar. Llegará, dicen. Quizá permanezca en algún sótano de Lena pendiente de clasificar, si no paró en un vertedero.
Algún día volverás por si algún pariente tuyo pasó alguna vez por el notario, contradiciendo la tradición de que con un apretón de manos se cerraban los tratos.
La afluencia de curiosos desbordó las previsiones porque se agolparon más de sesenta personas, desde antiguos directores de Cultura, directivos del Ateneo, buceadores de antiguallas con los que coincides en otras salas lúgubres, y ociosos de variado pelaje.
Una breve exposición en la sala de conferencias te ilustra de los curiosos orígenes de la institución: archivar los papeles de los notarios, que a partir de un punto fue necesario conservar por ley.
Es buena idea que hayan querido recrear cuatro celdas de cuatro tramos diferentes del siglo XX. La ambientación es excelente, también con roña artificial en los sanitarios y hasta quisieron recordar los olores de las celdas con adecuados productos químicos elaborados por la industria catalana.
A algunos visitantes les daba pena de las condiciones de los presos, pero quizá esos mismos querrían o volverán a querer al cabo de la calle que se pudran en la cárcel, haciendo literal esa expresión de tanto éxito.
Se pueden atisbar los abundantes metros cúbicos de documentos en cámaras acorazadas e ignífugas. La sala de investigadores es luminosa y cómoda, con amplias mesas.
Ingenioso el lema de esta jornada de puertas abiertas: Guardianes del tiempo.
2010/05/05
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