2010/05/27

UNA GABARDINA EN PAYARES

Tienes cierta soltura en hablar con gente que no conoces. En parte se lo debes a tu trabajo. Te desenvuelves mejor si conseguiste averiguar alguna circunstancia personal del interlocutor: una afición, un pariente, una foto. Ahí puedes llegar a una situación de ventaja. A lo mejor el dato lo obtuviste a través de Google o gracias a un telefonazo o por anotaciones que vas dejando en las fichas del árbol genealógico.

A veces el dato es una leyenda que puede ser verdad o acabar siendo disfrazada por la memoria (histórica). En otras ocasiones, a base del silencio mantenido durante años, se puede llegar a dudar de si es cierta esa historia que le contaron a uno hace lustros pero que no tuvo ocasión de confrontar.

A raíz de la organización del encuentro de Fierros, pero aprovechando para consolidar datos del árbol genealógico, hablas con mucha gente. Hablas por ejemplo con esa mujer cercana a los ochenta años a la que no pones cara, pero que a su edad no tiene intención de ocultar conscientemente nada.

Te cuenta esquemáticamente la historia de la familia y de su éxodo, cómo su padre estuvo fugado después de la guerra, cómo se tuvo que reubicar a cientos de kilómetros, quizá aprendiendo otra lengua, aunque no fuera del todo imprescindible. Cómo su padre para ver a su madre (la abuela de la interlocutora) que seguía en Asturias, tenía que ocultar su identidad y andar a salto de mata, cómo a veces se acercaba hasta León, pero desde ahí tenía que poner pies en polvorosa porque la Guardia Civil se echaba encima.

Ahora hablas tú, con la ficha delante, y cuentas cómo no sólo tienes noticia de que se acercara a León, sino que en una ocasión lo hizo hasta Pajares, pero, acechado por los guardias, si no se tira de un tren en marcha para coger otro en sentido contrario hacia León, ahí podían terminar sus días. Como testigo de la huida quedó una gabardina tirada entre las vías. No se volvió a saber nada más de su propietario en varios años. Algunos llegaron a darlo por muerto.

Ahí tu interlocutora quedó muda porque había oído hablar de esa vivencia de su padre y de esa gabardina entre las piedras, pero no sabía hasta qué punto era verdad. Cincuenta y cinco años después de morir su padre la volvía a oír.

No se pudo hablar nada más. Esas situaciones a ti también te pueden, y eso que no era tu padre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parece un cuento de Paul Auster.