2007/02/02

ECOLOGISTA DE PACOTILLA


Prometiste y te prometiste que ibas a estar en casa para el apagón. Tenías intención de
encender las luces de la casa a las ocho menos diez y apagarlas todas a las ocho menos cinco, para que se viera, o, con más precisión en este caso, para que no se viera. Cuando llegó la hora se te fue el santo al cielo. El infierno está empedrado de buenas intenciones.
No solo no hiciste el apagón ecológico sino que a esa hora estabas con tu coche por la ciudad como un urbanita cualquiera. Te entretuviste en el trabajo organizando tonterías absurdas que solo sirven para enredar y consumir el papel y la paciencia, y cuando fuiste a recoger el coche, que habías dejado aparcado por la mañana porque lo ibas a llevar al taller, se te echó el tiempo encima. Dentro de lo malo, cuando ibas camino del taller por la mañana, desaparecieron del salpicadero los avisos de alarma y como el taller no abría hasta las diez, evitaste entrar ni a comentarlo, lo aparcaste donde pudiste y te hiciste cargo de él por la tarde. Avería autonormalizada.
Habías puesto la alarma del móvil para que te avisara dos o tres minutos antes, pero cuando sonó el vibrador eran ya las ocho y tres minutos. No sé que haces con el móvil que no te enteras. Era el tardío recuerdo de un compromiso que no cumpliste. Ves en reloj digital del coche que son las 20:04. Sí, era la alarma. Ya es tarde incluso para producir un atasco solidario, quedarte cinco minutos parado, haciéndote el loco, como D. José el de Saramago, que se quedó ciego cuando estaba con su coche en un semáforo.
En un atasco en una calle estrecha, sin perspectiva, manda carallo, de manera que ni siquiera tuviste la oportunidad de, ya que tú no hiciste nada, ver lo que hacían o no hacían otros.
Luego ves en el Telediario que hicieron más las instituciones que los particulares, porque se apagaron la torre Eiffel y la puerta de Alcalá, pero no se vio gran cosa por la calle, las tomas generales no reflejaron nada, sí los datos macroeconómicos, algo así como un dos por ciento de descenso en el pico de consumo. Pero seguro que esa nueva tienda de zapatos que encuentras de camino al trabajo tenía las puertas abiertas de par en par. Así estaban el día de la nevada, abiertas a tope, que según pasabas por fuera a su lado, recibías la corriente de calor que salía del interior, de esa especie de cortina de calor que hace de puerta. La tienda muy iluminada, y las pobres empleadas, por las esquinas, porque a ver quién aguanta unas cuantas horas seguidas recibiendo el frío de la calle junto a la puerta, porque cuando pasas por la parte de fuera se agradece el calor, pero desde dentro seguro no se agradece nada el frío. Un boicot había que hacer a tiendas así, con esa forma tan antiecológica de llamar la atención.
Ellos lo hacen muy mal pero el día que tú podías algo te dormiste.

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