2007/02/07

EL DIA QUE MURIÓ ERIKA ORTIZ


EL DIA QUE MURIÓ ERIKA ORTIZ

Normalmente llamas a las dos de la tarde a tu madre, desde el trabajo o desde casa. Como estás de vacaciones, saliste a dar una vuelta por El Fontán. Para no perder la costumbre tomaste una botella de sidra (con pincho de picadillo) debajo de los soportales, mientras leías “La Voz de Asturias” de la casa y te entretenías entre noticia y noticia con el ir y venir de la gente. Charlaste un rato con un vecino que vive en la misma plaza, jubilado de Renfe, que se encargó en activo de las relaciones con ENSIDESA cuando tu te encargabas de los aspectos logísticos de ese tráfico (mejor no acordarse de aquella idea peregrina que tuvo un directivo de tu empresa que te utilizó como un conejillo de Indias). A lo que vamos, que momentos antes viste pasar de largo a un hermano de este jubilado, que trabaja (es un decir) en Renfe. Dices que es un decir porque lleva más de veinte años liberado, pero no vas a hacer coña con esto, estás a favor de que haya liberados.
El vecino había sacado a pasear a su perro (dudas si se pasea un perro o a un perro; crees recordar que la preposición “a” acompaña al complemento directo de personas o animales personificados, pero ese perro no es persona, que tú sepas, aunque él amo le tenga mucho cariño; por cierto, tú ninguno). Otros días coincidís por la zona. Lógico el vive allí y tú te dejas caer en cuanto puedes. Te cuenta que sale un momentín a expansionar porque casi no puede moverse de casa desde que vive con ellos su madre, que tiene Alzheimer y se pone muy nerviosa cuando se queda sola. Viene esto a cuento de que dijo que había visto a su hermano de lejos y que pensó que vendría de visitar a su madre, que lo hace una vez a la semana, que cree que con eso cumple y que son hermanos los dos. No sin coña le dices que seguramente quiere preservar la intimidad de su hermano y no meterse en su vida, y él insiste en que tiene las puertas abiertas.
Antes de despediros, y al hilo del cuidado de los mayores, le cuentas que acaba de pasar una (posiblemente) ecuatoriana que con la señora mayor a la que cuida y que caminaba con una extraordinaria torpeza. Cuando pasaron frente a ti estabas enfrascado en la prensa, de manera que las viste solo por detrás. Te fijaste en que la ecuatoriana llevaba unos vaqueros muy limpios y muy bien planchados, no con una raya como las de los pantalones de tergal, sino como se planchan los vaqueros que se planchan. Piensas que quién le iba a decir a esa señorina que iba a pasar sus últimos días con una ecuatoriana. Al hilo de la cuidadora este jubilado te dice que ellos tienen ahora (recalca “ahora”, porque tuvieron antes otras) a una argentina, “que tienen una labia …”, y nos acordamos de Valdano en bueno, que habla para fuera, y de Messi en malo, que habla para dentro. Ahora sí que nos vamos, el para su casa y tú para la tuya.
No vienes directo porque todavía te encuentras con la mujer de un amigo y amiga ella también, que te cuenta que las pruebas médicas de su madre salieron bien, y que, así y todo anduvieron de cabeza, y que no sabe lo que va a pasar cuando ocurra algo serio de verdad. Tú le cuentas que tu hija ya no trabaja en la Caja, que se va para la Caixa. Ya estáis viejos y reflexionáis sobre el inútil amor a las empresas y cómo perdió el tiempo el que lo tuvo alguna vez, cómo los jóvenes de ahora tienen otras miras, o quizá los viejos no tuvimos otras oportunidades. Y piensas en lo inútil de esas jornadas de acogida que montan las empresas, que creen que con eso van a contentar al personal, cuando los mismos ideólogos de esas jornadas se irán al mejor postor. No lo vas a llamar ni cinismo ni hipocresía, simplemente se te ocurre.
Pasas por la plaza de la catedral. En el Centro Social de la Caja de Ahorros, que ocupa un edificio de la plaza, hay un encierro de trabajadores de la Caja. Toda la prensa regional está absolutamente comprada y no busques en sus páginas información al respecto. Para saber algo tienes que entrar en blogs y en prensa alternativa, en donde abundan más los insultos que la información, pero rebuscando entre tanta mierda a veces encuentras una pepita. Piden la readmisión de un líder sindical despedido por criticar al Presidente de la entidad, que replica que el despido fue por insultar. Tú no estabas allí y no viste entrecomilladas las expresiones concretas, de manera que mejor no opinar, pero la mente es libre y piensas qué haría un sindicato con un afiliado que utilizara esas mismas palabras (que, quedamos, desconoces) con la cúpula del sindicato. Siempre tienes ese afán de dar la vuelta a las cosas que te pierde.
Por fin, no te encuentras con nadie más y llegas a casa, pero antes pasas por la vinatería de la calle del Aguila en donde una vez tomaste un vino con Manolo y Pili, y desde entonces te acuerdas siempre de ellos aunque pases por allí veinte veces al día. Te cruzas con un señor de tu edad que va haciendo un sudoku, que va todavía un poco más rápido que tú. Ayer lo viste por esa misma zona haciendo también otro sudoku en marcha. Ya ayer te llamó la atención porque caminaba con el periódico abierto y escribiendo en él. Hoy solo llevaba el recorte. Te parece conocerlo. Te recuerda a un compañero del seminario o de la facultad, quizá de la facultad, pero no estás seguro. Y piensas en las manías que tendrás tú.
Finalmente llegas a casa. Son las dos y veinte. Como no llamaste a tu madre (para qué llamarla por el móvil a las dos si lo ibas a hacer desde casa unos minutos más tarde, que para eso tienes tarifa plana) te llamó ella casi según entrabas por la puerta. Te dijo que había muerto una hermana de Leticia (yo lo escribo con z pero el corrector me la quita y no voy a insistir). Resulta que en la aldea perdida se enteró antes que tú. Le dices que no sabías nada, pero te conectas a internet a ver qué pone. Le lees las primeras noticias, que tenía una hija de seis años, Carla (no tenías ni idea), que se había separado de un escultor (ni idea) y que ahora salía con un cámara (ni idea). Le lees que tenía ansiedad y que estaba de baja por depresión. Comentáis tú y tu madre que ella en el pueblo, con sus dolencias, y su rodilla no tiene ni gota de depresión, que los mayores disgustos es cuando una pita le come los huevos, y que esta hermana de Leticia (otra vez el corrector) que lo tendría todo, mira qué plan. Lees a tu madre que la Reina está de viaje por el Extremo Oriente y que cuando recibió la noticia se tapó la cara “con un gran desespero”. Eso te parece que leíste en negrilla y entrecomillado, en www.elmundo.es concretamente. No vas a insistir en lo del desespero. No te suena a tu castellano. Buscas una razón y piensas si el redactor será argentino. Lees que el Rey está en Alemania y no va a suspender la agenda. Te parece una metedura de pata, pero piensas que el Rey echará pestes con esta familia plebeya con la que tuvo que emparentar. Le dices a tu madre que la Familia Real pide respeto y prudencia, o algo así, por lo que supones que se habrá suicidado, la forma, no lo sabes, pero aventuras que tomando unas pastillas.
Comes. No se habla de eso durante la comida.
Te haces el propósito de no ver El Tomate, pero mientras duermes un poco la siesta, tumbado en el sofá, cuando despiertas es la cadena que está puesta. Te haces el propósito de no mirar y no miras, pero oyes que está allí el juez o la jueza y parece que por detrás alguien dice la palabra “suicidio”, no sabes si lo sueltan como si hubiera sido una interferencia.
Te conectas a internet, no para enterarte de las circunstancias, que ya te enterarás, sino para ver si das con una imagen de la Reina tapándose la cara. Tiene que ser un horror esto para la Reina, que es tan profesional, una tragedia que la pillen en un acto reflejo de sinceridad y de humanidad, tú que siempre te mofas de las fotos de la Reina cogiendo en brazos a negritos o indios, que te parece que los habrán desinfectado y luego se desinfectará ella. Entro en la página de Telecinco, que es muy ágil, pero no hay nada. La de Televisión Española ni lo intento, tiene una web pésima, burocrática y protocolaria.
Más tarde te enteras de que el Rey también modificará su agenda y no sabes cómo alguien pudo cometer el desliz de decir lo contrario en algún momento.
Haces propósito de no realizar una búsqueda activa de la noticia. Ya te buscará ella.

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