2019/11/14

URRACA, REINA DE ASTURIAS, de María Teresa Álvarez

Tienes por costumbre, o por cortesía, leer los libros que te regalan. Unos no los comprarías, otros ni siquiera los leerías aun prestados de amigos o de bibliotecas; alguno hay que pese a no estar entre tus gustos, te encantó. No está entre ellos el libro de María Teresa, que novela la vida de Doña Urraca, nacida en 1132 de la unión de Alfonso VII el Batallador y Doña Gontrodo Petri, en un momento de pasión antes llamada adulterina.

Doña Urraca es de esas novelas históricas que cuesta leer por la cantidad de personajes que aparecen, tantas Sanchas, tantos Alfonsos, tantas Urracas, que si no vas esquematizando las relaciones matrimoniales, extramatrimoniales, filiales y parafiliales, no te aclaras; y si las apuntas pierdes el ritmo.

Coincidió la lectura de este libro con la presentación de una reedición de Los clamores de la tierra, de Fulgencio Argüelles. En tal presentación se mantuvo que una novela histórica no tiene que ser necesariamente fiel reflejo de la realidad, basta con que pinte un ambiente verosímil. En Doña Urraca viste literalidad, hasta el punto de que podría ser una crónica novelada, pero de escasa altura literaria. Suscitó, no obstante, un aspecto positivo, y es que no tuviste más remedio que ilustrarte un poco sobre la biografía de algunos de los personajes singulares de la novela, y también te acercaste a la situación política y social de la Edad Media en el
norte peninsular.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Entre los árboles de raíces genealógicas podrás llegar a encontrar descendientes directos de esta Urraca. Pueden tener sangre azul, aunque muy diluida, como en homeopatía. Pero si son republicanos pueden llegar a hacerse una transfusión.

No importa que se embellezca la verdad histórica con la ficción del novelista para hacer más digerible el relato. Así nace el mito. Mientras tanto los datos se van cocinando a fuego lento para que los resultados coincidan con nuestras expectativas actuales. Al final la historia se olvida y se alimenta el mito. Así se creó el imperio de la religión cristiana. Y qué se sabe realmente de aquel carpintero y de aquella mujer que tuvo un hijo llamado Jesús (ya eso de ‘por obra y gracia del espíritu santo’ lo dejamos). Y todos queremos ganarnos el cielo, un lugar en el reino del hades, en el paraíso, la jannah.

Pero aun así es apasionante conocer a través del tiempo y de la historia, cómo vivían, cómo pensaban, cómo se desenvolvían en sociedad nuestros ancestros en la edad media, en la edad antigua o en la contemporánea. No se si hemos avanzado tanto como personas, como individuos que vivimos en una estructura y una jerarquía social, desde los egipcios, los griegos, los aztecas... como para no seguir esperando una República, una Atlántida, una Arcadia, o una Ínsula Barataria. Y algunos van así, de baratija en baratija, deslumbrados por el brillo del oropel, o esperando la venida de nuestro señor Jesucristo, o ser dignos de merecer la yanna con 72 vírgenes a su servicio, o siquiera un carguín en política o en una empresa pública. O al menos, una buena pensión de jubilación, si ya les pilla mayores y no se va a poder con 72 vírgenes, ni con el estrés de un cargo político en el gobierno, tal como se vislumbra el panorama.