2015/04/26

EL FONTÁN NO ES GLAMUROSA

Habías tenido una interesante conversación política con una amiga. Atrás (adentro por mejor decir) quedó el pincho de pincho de picadillo y faltaba un culín de la botella de sidra cuando creíste oír esa frase literal de la ciudadana sentada en la mesa contigua. Se lo decía a su acompañante, quizá contrariada por la demora en el cobro de la consumición. Como la cuenta no acaba de llegar oíste dónde estaba la falta de glamour: las sombrillas deberían ser de colores, las sillas azules y amarillas como la bandera asturiana, y qué menos que un mantel de tela ¡mira que tener esas sillas de tijera en plaza tan emblemática!.

Te alegras de que la plaza no sea glamorosa en el sentido de la clienta ni en ningún otro. Ojalá pierde incluso el poco glamour que le queda, así no tendrás que hacer cábalas para encontrar un sitio donde pasar un rato mientras lees el periódico del día.


Es una de tus rarezas: escasamente aconsejas un bar a nadie, tú simplemente vas y si alguien quiere ir y te acompaña, es bien recibido, que siempre hallaréis materia de conversación. Admites que a alguien no le guste el dueño o un camarero o determinado cliente de cierta hora o el palo de sidra o que no pongan pinchos o que los repitan o que sea caro o, por el contrario, cutre o que tarden en cobrar o que cobren por adelantado. Los bares que frecuentas tienen todas esas rarezas y pese a todo te gustan, cada uno para una ocasión o un momento de la semana. Incluso recibirías con recelo los cambios para mejor. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te alabo el gusto. Las cosas son como son y hay que aceptarlas así. Y no se contenta a todo el mundo, como nunca llueva a gusto... Pero una cosa es el chigre, la sidra y el pincho de picadillo y otra, la alegría con que se disfruta. De los presupuestos pagamos muchos culines, muchos pinchos y sin ir a ningún chigre. Ni siquiera la cercanía de las elecciones municipales, autonómicas y generales, ha impedido que se reconozca abiertamente por primera vez, que el enorme agujero del descontrol, la malversación y el nepotismo que dejaron las cajas de ahorro, salió de nuestros bolsillos y no se recuperará en su mayor parte. El caso es que el Estado da por perdidos a día de hoy unos 40.000 millones de euros de las ayudas públicas inyectadas al sector financiero en los últimos años, que representa más del 70% del total de dinero inyectado para sostener esas entidades ruinosas. Nada menos que se han metido en la banca 56.181 millones y se han recuperado poco más de 1.000 millones. ¿Y nos vamos a quejar por una silla de tijera?

La_Nenina dijo...

Mejor que a la gente no le mole el Fontán. Más pa nosotros.