Por un fallo en el tendido eléctrico no pudieron circular varios trenes de Cercanías entre El Entrego y Oviedo o lo hicieron con un retraso considerable. Muchos viajeros tenían el billete sacado en las máquinas pero como en muchas estaciones no hay personal a quien pedir el reintegro, después del cabreo inicial, rompen el billete y no reclaman nada. La mayoría son unos benditos (evidente síndrome de Estocolmo) y no pierden el tiempo en recuperar cincuenta céntimos o dos euros.
Alguno sí solicita lo suyo y cuando marcas su teléfono para concertar la forma de pago le dices que le enviarás una carta a su domicilio, que la presente sin más trámites en cualquier estación que tenga personal y le abonarán su euro abundante o sus cincuenta céntimos.
Te dice que lo cobrará dentro de un año.
- ¿Entonces?
- Es que mañana mismo me marcho para Venezuela.
- ¿Mañana mismo? ¿a qué hora?
- Cojo el tren de las dos y veinte hasta Oviedo, y de ahí a Madrid.
- Pues no me va a dar tiempo a mandárselo y que le llegue.
- ¿Pero lo puedo cobrar cuando vuelva, no?
- Sí, sí, por supuesto, hay un año de plazo.
- La burocracia.
- Hubo una avería bastante importante.
- Pero podía el interventor haberme prorrogado el billete o darme uno para mañana.
- Es que no se puede, los billetes tienen una banda magnética y solo sirven durante las dos horas siguientes. Más tarde ya no abren los tornos.
- Ya, la burocracia.
- Es que no hay otra posibilidad.
- Sí, la burocracia.
Meditas sobre qué es la burocracia. Lo que para ti son trámites administrativos normales y comprensibles, desde el otro lado de la mesa o del teléfono, son burocracia, seguramente la que tú ves cuando haces una cola, pulsas un timbre o llamas a un 902.
2009/10/22
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