Hace tiempo leyó uno otra obra de Carlos Fuentes, “La muerte de Artemio Cruz”. Como aquella fue una novela comprensible, no tuvo miedo a “Cambio de piel”, pese a que se anunciaba como una novela experimental.
Fueron algo más de cuatrocientas páginas que terminó uno por
el capricho de terminarla, pero entendiendo muy poco, pese a que consultó un
comentario de textos de cerca de quince páginas que intentaba explicar los entresijos
de la novela.
El párrafo que se cuelga, como ejemplo, es de los
comprensibles.
“Y trató de entrar, delirante, al hospital, antes de que ese
rostro se olvidara para siempre, antes de que lo borraran del mundo el gresil y
el formol, las inyecciones de agua de mar, los experimentos con el tipo y el
trasplante de tejidos, la transformación de rostros y manos y glúteos barajados
en este laboratorio donde el universo es vuelto a ordenar libremente, sin
límite”.
Uno comentó el caso con un amigo, profesor jubilado de
lengua y literatura, que le escribió lo siguiente: “No lo leí. Pero sí sabía de
su complejidad. Ya fae tiempu que decidí nun leer noveles que y lo ponen
difícil al lector. Eso nun quier dicir que ahora lea a Juan del Val”.



