2023/03/26

DE FACEBOOK (Días 20 y 21)

LECTURA DE LA PRENSA. TAMAMES
Tamames, chascarrillos aparte, es un hombre importante en la vida de uno. Volvemos a las batallitas del pasado. Hubo un tiempo en el que cuando se hablaba de Tamames no se sabía si nos referíamos a Agustín el ciclista, que ganó la Vuelta de 1975, o a Ramón el comunista de la oposición antifranquista. Uno siguió a los dos, cada uno en su ámbito.
La ocasión la pintan calva. Valga decir que es a la diosa Ocasión a la que pintan con frondosa melena en la frente, pero calva por detrás y si la quieres pillar por el pelo, como se te escape de frente, no hay manera de atraparla por la retaguardia.
La ocasión la pintan calva. Veamos qué tiene que ver Ramón Tamames aquí. A uno, de joven, le gustaba la contracultura, lo prohibido, o, por lo menos, lo marginal. Cuando uno se encontraba en Valladolid haciendo el servicio ferroviario-militar, algunas semanas había que hacer prácticas en las estaciones. Lo que uno aprendía de algunos ferroviarios de colmillo retorcido era poca cosa porque se aprovechaban de los aprendices para que realizáramos labores pesadas y rutinarias con mínimo valor añadido, que se diría hoy. Por ejemplo, estampar sellos en trescientas o cuatrocientos impresos de cartas de porte. Labor entretenida, claro. Uno intentaba obviar, en lo posible esa labor tediosa con alguna tarea más productiva, por ejemplo, con la lectura del tomo “La República. La Era de Franco”, que era el tomo VII de la Historia de España de Alfaguara, escrito por Ramón Tamames, de un grosor considerable, dato importante por lo que se dirá. Antes de salir desde el cuartel a laborar a la estación de Valladolid, era imprescindible pasar la revista militar, es decir, que un mando diera el visto bueno al aspecto físico. Uno, imprudentemente, llevaba el grueso libro debajo del inverniego tabardo. Libro y cuerpo abultaban lo suyo, y el capitán, que pasaba revista, ¿qué llevas ahí? Uno tuvo que sacar el libro: “¡Aquí hay un comunista!” se oyó decir. Paralización de las prácticas ferroviarias, inspección de las taquillas por si había material subversivo… Le requisaron a uno el tomo de Alfaguara. No encontraron nada más porque no había más. El libro estaba ya autorizado de aquella. Años más tarde leyó uno, con provecho, otro manual de Ramón Tamames “Introducción la economía española”.

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LECTURA DE LA PRENSA. LA MOCIÓN DE CENSURA
Como resumen de la moción de censura pueden servir perfectamente las viñetas de los periódicos nacionales y de algunos regionales. Apostillar únicamente que Gallego y Rey, al servicio de El Mundo, agotaron la gracia que lucieron en otro tiempo.
La Nueva España organizó un foro con unos cuantos alcaldes y otros cargos institucionales o corporativos. Todos pidieron más al estado central y a la centralista comunidad autónoma. Los alcaldes de ayuntamientos de mediano tamaña se quejaron, próximos al exabrupto, de los secretarios y de los interventores municipales. Prefieren funcionarios que hagan la vista gorda mirando para otro lado. En esta tesitura, uno está en general con los funcionarios, que se limitan a aplicar unas normas que seguramente a ellos les molestará como al que más. Son otras instancias las que tienen que modificar la redacción de leyes y ordenanzas. No disparen al pianista.
Que no quede nadie sin quejarse. De otras administraciones, por su lentitud o por seguir con la cita previa, se queja hasta el Tribunal Superior de Justicia. Podían callar porque hace unos días alcanzó notoriedad la queja destemplada de una ganadera que no fue atendida en una oficina del registro civil por no haber pasado por la cita previa.










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