2015/12/22

BELÉN O ÁRBOL. Cuento de Navidad

Como cada cuatro años, aquel pueblo había pasado por las urnas para decidir la mejor manera de celebrar las fiestas navideñas, al menos la más familiar de todas, la Nochebuena. Durante generaciones, salvada alguna discrepancia menor, el consenso había sido general.

En la plaza mayor se montaba un belén monumental, en alguna época incluso un pesebre viviente. En una inmediata plaza vecina se levantaba un gran abeto, primorosamente iluminado, del que colgaban brillantes cajas, detalles coloristas y fantasías originales. En otras plazas de la ciudad se armaban árboles y belenes más modestos, pero todos los escaparates lucían bombillas de colores y papeles de plata con corazones, estrellas o motivos abstractos.

En las elecciones recién celebradas no quedaba claro cómo había de ser el decorado y la animación de la plaza mayor, es más, ese punto había merecido contrapuestas ideas en los respectivos programas electorales.

Algunos grupos propugnaban eliminar los árboles navideños de la plaza vecina a la plaza grande y dejar como muestra única el tradicional nacimiento, ampliando incluso sus dimensiones. Se apoyaban en el argumento de la tradición y defendían una vuelta a las esencias originales.

Otro grupo afín admitía como mal menor la colocación de árboles pero solamente en las plazas donde se pudiera acreditar su uso tradicional, sin hacer extensiva la costumbre a los nuevos barrios de la creciente ciudad. Ponían también como condición para alcanzar acuerdos la prohibición de los ridículos papanoeles que trepaban por las ventanas. De haber escaladores, que fuera un rey mago.

Un tercer grupo emergente de ciudadanos era partidario de la coexistencia pacífica de nacimientos y árboles, pero dejando bien sentado que al nacimiento no podría mostrar la indecorosa figura del caganer y menos si enfundaba la típica senyera de su región. Si se transigía cada región querría colocar su ángel diferencial, su buey o un San José de su tierra y aquello sería un guiriguay inmanejable.

El cuarto grupo, por el contrario, daba por supuestos el nacimiento y el árbol pero exigía que los villancicos se oyeran también en su lengua cooficial.

El quinto grupo defendía que el nacimiento y el árbol debían intercambiar su respectiva ubicación geográfica de acuerdo con los últimos datos sociológicos de la práctica religiosa.

Por último, un sexto grupo propugnaba que lo que había que celebrar era el solsticio de invierno, pero no cuadraban las fechas con las vacaciones escolares y no tenían del todo definido su proyecto.

Llegó el día de votar, se contaron y recontaron las papeletas y el resultado no arrojó una mayoría clara a favor de ninguna candidatura. Las posturas quedaron más equilibradas e irreconciliables que nunca. No se contemplaba una segunda vuelta. No había más remedio que pactar. El tiempo iba pasando, se acercaba la Nochebuena y nadie movía ficha. Otros años por estas fechas las plazas ya lucían la tradicional decoración navideña.

Después de unos días de preocupante calma en la plaza mayor, la mañana de la Nochebuena vivió un continuo trasiego de gentes y furgones que iban apilando  ángeles, camellos, reyes, estrellas, pastores, ovejas, puentes, pozos, y las figuras de los más variados y dispares tamaños, además de discretos montoncitos de musgo, serrín, láminas de papel plateado, casitas de corcho, cables, bombillas, enchufes,... Gracias al ejército de carpinteros voluntarios, armados con martillos, serruchos, cuerdas, el belén fue cobrando forma en la plaza mayor, en el lugar de siempre.

En la plaza contigua quedó instalado también el espectacular árbol de navidad, con sus raíces naturales porque había que ser respetuoso con la foresta. Trabajo costó a un regimiento de sacrificados jardineros dejar asentado aquel ejemplar frondoso y mastodóntico.

Creían haber afirmado sólidamente las raíces en el subsuelo pero a media tarde, se observó con preocupación que algunas losetas comenzaban a resquebrajarse. Las ranuras se fueron haciendo mayores, al cabo alcanzaron el tamaño de un dedo, pronto cabía un pie, la situación comenzaba a ser peligrosa. En un santiamén cinco o seis delicados tentáculos convirtieron el árbol en algo parecido a un pulpo móvil, que fue avanzando armoniosamente hacia la plaza mayor para pasmo de cuantos viandantes curioseaban por los alrededores sin que cayera ni uno solo de los adornos que lucía.

Se temía que en su avance el abeto invadiera como un paquidermo las delicadas figuras del nacimiento, que a esas horas había quedado totalmente perfilado. Pero no, se detuvo a una distancia de respeto, retrajo las raíces, que apuntaron hacia abajo y, actuando como un silencioso berbiquí, el ejemplar quedó anclado con firmeza muy cerca del centro geométrico de la plaza grande.

Según la tradición, los belenistas cantarían villancicos de inspiración más o menos religiosa, aunque esto había decaído algo en los últimos tiempos. Por su parte, los del árbol entonarían, según su costumbre, villancicos laicos que animaban al jolgorio y a la zambomba, a los polvorones y a las burbujas.

Sorprendieron los belenistas al iniciar la entonación del primer villancico, que los arbolistas escucharon con recelo. A punto de iniciar el segundo, el portavoz de estos se adelantó hasta el cabecilla de los belenistas. Platicaron un buen rato, llamaron a consulta al portavoz de los posibilistas, al del solsticio y al del caganer diferencial. Pactaron que cada grupo podría cantar sus propias canciones durante un tiempo proporcional a los votos emitidos y que los demás escucharían en silencio, acordaron también que a las ventanas de la ciudad podrían encaramarse reyes magos en los números pares de las calles y papanoeles en los impares, y se podría cantar y bailar hasta la medianoche.

A esa hora finalizaría la fiesta entonando todos juntos el Asturias Patria Querida.



Así se hizo, de acuerdo con lo pactado.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por tus cuentos. Y además con moraleja

Xuliocs dijo...

Collaciu, yes un escritor consumáu: los de Naveo muncho caviláis al mor de las xelás. Una prosa fluida, cadenciosa, que engancha al lector... Como los consagraos, vamos. Ya enlazo el cuento a la mió páxina. Gracias por el detalle literario.

Anónimo dijo...

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.

Anónimo dijo...

Todos los días me cuentan cuentos: por la mañana cuando me levanto y pongo la radio, luego cuando salgo de casa y compro el periódico y cuando regreso y veo las noticias. No voy a misa y me ahorro la homilía y que me cuenten más cuentos. Y creo que los cuentos tradicionales trasmiten unos valores -sexistas o no- que aglutinan a los miembros de una sociedad. Las niñas no aceptan los papeles tradicionales en los cuentos y se montan otras historias con el trabajo fuera de casa, con la maternidad, con la violencia de género, con el divorcio...

Anónimo dijo...

Esta noche es nochebuena y mañana navidad. La metáfora del cuento es cálida la realidad es más descarnada. Algunos de los que vienen a adorar al niño van a arrasar el campo, el portal y el misterio de la pascua. ¿Noche de Paz? Algunos de esos grupos están fagocitando a otros, que se entretienen con sus luchas cainitas. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. No se si la erótica del poder llegará a encamar relaciones incestuosas. Los reyes magos no podrán despistar a Herodes, ni con el discurso de nochebuena. Los 15.600 millones de euros son un buen pellizco para las arcas del Estado, para ayudas a los servicios públicos, a la dependencia, a los comedores sociales, ayudas a la agricultura, pesca y alimentación, ayudas a la energía renovable. Los 1,4 millones de euros en los bolsillos del líder histórico de la minería de Asturias, JOSÉ ÁNGEL FERNÁNDEZ VILLA, pone de manifiesto el enorme poder del PSOE en Asturias, tanto en el Principado como en los Ayuntamientos, ejercido prácticamente sin interrupción desde la Transición y que parece que no ofenden ni a la UGT, ni al PSOE. Pero más motivos para la preocupación tienen aún los socialistas en Asturias ante la proliferación sin fin de casos de corrupción. El Caso Marea, en el que están implicados altos cargos de la Consejería de Educación, el caso Niemeyer, el caso del puerto de El Musel, que cuestiona directamente al arecismo y los gobiernos de Vicente Álvarez-Areces, caracterizados por el grandonismo, los proyectos faraónicos y el despilfarro, que supuso construir en Asturias un puerto sin barcos, porque los tráficos no aumentaron dando la razón a los que cuestionaban la mayor obra de la historia reciente en la Autonomía. El gran beneficiado de las extrañas relaciones entre técnicos, políticos y empresarios fue el grupo Masaveu, líder en España en el sector del cemento.
YA BASTA DE CUENTOS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

UN CUENTO DE AÑO NUEVO, POR FAVOR.
Aquí no se llega a ningún consenso y muchos se frotan las manos. Todos quieren el poder, todos quieren ser presidente, el pueblo y sus necesidades le importan una mierda. No hay pactos de grupo. Este es un buen ejercicio de tolerancia para que los políticos le den una lección de convivencia al pueblo, de coherencia democrática. Al final este país es más una casa de... muy grande y muy mal organizada, que cualquier otra cosa. No Podemos estar tiranizados por una inmensa minoría, en una desesperada carrera por el poder, ni Más ni menos. Algunos se parten de risa con aquello de 'otros vendrán que bueno me harán', viendo cambiar el busto de los monarcas y el nombre de las calles, como si no hubiese problemas mayores en este país, o nación, o Estado, o reino de taifas.
Necesitamos un cuento que nos embellezca y suavice la realidad.