2013/02/24

UN EURO Y DIEZ CÉNTIMOS

¿Qué tendrá el dinero?

Esa es la pregunta que te haces al apilar periódicos que no leíste del todo y que dejas para mejor ocasión. La parte positiva es que muchas noticias quedan superadas por la propia actualidad y te ahorras un tiempo de lectura ya inútil, salvo que, armado de espíritu crítico, analices cómo evolucionó la realidad a partir de determinada noticia para comprobar si las hipótesis entonces apuntadas se confirmaron o resultaron fallidas.


Hay artículos de opinión perecederos, otros intemporales, al menos más intemporales. Te contaba un día un articulista habitual que mandaba al periódico dos tipos de gacetillas, unas de rabiosa actualidad y otras más polivalentes y de relleno que encajarían sin demasiada prisa cuando surgiera un hueco. Remitiendo únicamente los de rabiosa actualidad se corre el riesgo de que acaben en la papelera…y sin remunerar.

Pues bien, coges de la pila de periódicos pendientes La Nueva España del 24 de enero y llegas a un artículo de opinión de José Manuel Ponte que lleva por título La inutilidad de Cascos  a cuenta de su declaración en el juicio del Prestige. Escribe Ponte, periodista ingenioso y brillante


Al margen de todo eso, la opción de Cascos de entregar el mando de las operaciones a unos subordinados y a unos técnicos hasta ahora desconocidos nos permite abrir el debate sobre la conveniencia de prescindir de los ministros del Gobierno en la gestión de cualquier crisis importante. En tiempos de recortes generalizados y de austeridad presupuestaria es una hipótesis a estudiar. El ahorro sería considerable.
Pero la declaración más sorprendente de todas se produjo en respuesta a una pregunta del letrado de «Nunca Mais», que calificó como una frivolidad el hecho de que se hubiese marchado de caza durante el desarrollo de la crisis. «Si yo hubiera sido útil -dijo- tenga la certeza de que hubiera estado en Galicia». La declaración de inutilidad por parte de Cascos es un hecho insólito en la vida política española donde no hemos sabido de ningún personaje público que se haya atrevido a reconocer en voz alta su absoluta prescindibilidad.
En el fondo, se trata de la sinuosa barrera/duda entre las decisiones técnicas y las políticas; duda que no te asaltaría si hubieras tirado directamente el periódico al contenedor de papeles y cartones. Si no lo hiciste fue porque te costó un euro y diez céntimos, que fueron tuyos. Tirar un periódico que habías comprado sería como arrojar unas monedas a la alcantarilla más próxima. ¿Cuántos artículos interesantísimos encuentras a tu disposición gratuitamente en la prensa digital, que sin embargo no lees y, por el contrario, los estrujas si están impresos en la tinta que tú pagaste?  Puestos a aquilatar, ese día el periódico traía 68 páginas, el artículo de Ponce ocupaba un tercio de página, en consecuencia el coste unitario de ese artículo para el comprador sería de menos de un céntimo de euro.

¿Qué tendrá el dinero de uno?

3 comentarios:

La_Nenina dijo...

Otros compran el periódico como mero complemento de su atuendo. Como quien se pinta los labios. ¿Cuál es el coste unitario de cada uso de la barra de labios?

Anónimo dijo...

El periódico, como la gorra, o el sombrero y el paraguas, imprimen carácter. Según sea el día y el ánimo, será El País o El Mundo.
Hay una pequeña diferencia entre el valor y el coste. Es muy importante apreciar lo que cuesta.
A veces, ciertas mujeres se hacen rogar mucho y no valen para tanto. Pero el valor unitario de una mujer culta, elegante, enamorada... es incalculable. El valor de su barra de labios, de su perfume, de su ropa.... una insignificancia que cualquiera otra puede pagar con tarjeta.
Lo gratis gratis, a veces es muy valioso. El libro no es mejor porque lo compremos, a que lo saquemos prestado de la biblioteca pública. No podemos guardar todo lo que leemos, comprado o no.
Una buena memoria ayuda a retener y un archivo digital ayuda a conservar. El valor de uno, es lo que uno es, independientemente de lo que uno ha leído.

La_Nenina dijo...

La diferencia entre el valor y el coste lo da la utilidad (entendido como algo subjetivo que aporta diferentes niveles de satisfacción a cada individuo).