2011/05/09

COFRADE DE LAS NIEVES


Te avisan con tiempo: el sábado día 7 hay misa en Las Nieves por una cofrade (exactamente te dijeron “por una confrade”, que suena como más fraterno todavía) que murió en septiembre del año pasado. Miras la agenda, nada lo impide, y allí estás a las cinco de la tarde.

Es una costumbre a la que las almas de los cofrades difuntos tienen derecho, pero ya casi nadie ejerce, en parte por la incomodidad, en parte porque los deudos desconocen ese derecho, eso sin entrar en otras honduras.

Para verificar si las cosas se estaban haciendo al pie de la letra tendrías que haberte leído antes los estatutos de la cofradía, pero ¿dónde están? Menos mal que te pudiste hacer con esa joya de agosto de mil ochocientos veinticuatro. Cuestión de suerte.

Así, puedes constatar que la cofradía tiene que nombrar un mayordomo, que necesariamente será de la parroquia de Cabezón, después de una misa que se celebrará ocho días después del día de los difuntos.

Además, el sábado siguiente al día el entierro, se celebrará misa con asistencia de tres señores confesores, “quedando a cargo de los herederos invitar a mayor número de sacerdotes o darles una ligera parva o desayuno”, dejando claro que con los fondos de la cofradía se paga solamente a tres.

Acudiste a esa añeja ceremonia, pero es difícil encontrar mayordomo, que habrá que sustituir por un ingreso en cuenta; la cuota de ingreso si el nuevo cofrade tiene más de cuarenta años ya no es de un real; no es fácil encontrar tres sacerdotes; la campana hay que ponerla y quitarla el mismo día de la fiesta para que no la roben; se notan las goteras; el suelo es de loseta y desdice; las paredes abomban; la Virgen peligra (es lo mismo, los cofrades se niegan a que salga de la ermita, eso sí que no).

¿Cuánta vida le queda a esta tradición?

No hay comentarios: