2016/09/06

EL MUNDO, de Juan José Millás

Nunca habías leído una novela de Juan José Millás, al que sigues habitualmente en las habituales columnas periodísticas. El estilo de Millás en esta novela es perfectamente reconocible, de hecho podría pasar por una sucesión de columnas muy bien hilvanadas. Esas preguntas que se hace en voz alta en los sueltos diarios sobre palabras o combinaciones de palabras de significado paradójico, las repite en la novela: rojo vivo, método ciego, tardes muertas, claridad lechosa, complejo vitamínico, vivo retrato.

La novela cuenta un mundo que puede ser el de Millás, ese mundo que empezó a conocer desde una trampilla a ras de suelo con vistas a la calle colocada en el sótano de la tienda del padre de su amigo, el Vitaminas, un niño poliomelítico que "se había convertido en un raro compañero de aventuras inmóviles". "Así íbamos, el uno al lado del otro, dos almas en pena y en pantalón corto".

La novela, si no es autobiográfica, muy bien lo parece. Se retrata él mismo con su nombre y apellido, la luminosa y añorada tierra valenciana, su infancia, sus éxitos editoriales, las presentaciones de libros. Algunas experiencias solamente te parecen concebibles si se pasó por ellas ¿y quién no?

"En la habitación hay un lavabo en el que mi padre, antes de acostarse, orina. Al darse cuenta de que lo estoy observando con extrañeza, se vuelve y me dice:
- Todo el mundo hace esto en las pensiones".

En las columnas actuales se inspira en la barra del bar con el "gin tonic de media tarde". En la novela, "sentado a la barra, frente a una copa de coñá, comprendí...", reflejo quizá de su evolución alcoho-biográfica tan en consonancia con los hábitos actuales.

Ves magistralmente reflejado ese mundo de los años sesenta de querer y no poder.
"Pronto se nos notificó un secreto: nosotros no pertenecíamos a la clase social de los chicos que jugaban en la calle ¿Dónde estaban entonces los que pertenecían a la nuestra? En otros lugares, en otros barrios a los que no podíamos acudir porque carecíamos de la ropa adecuada, de los zapatos adecuados, del dinero preciso.

También encuentras otros apuntes anecdóticos.

1/ "Me llamó la atención la expresión 'el siglo', que entonces no comprendí".
En tu época del seminario, salir a la ciudad era ir al siglo, según expresión que utilizaba entonces una pinche de cocina- medio de clausura.
Por cierto en un momento el autor entra en el seminario, lo que no sabes si se corresponde con la biografía real, pero si no lo es, describe asombrosamente la situación.

2/ La novela también es el viaje a la costa levantina para arrojar al mar las cenizas de sus padres, lo que te recuerda cómo quedaron las cenizas de tu padre en lo alto del monte.
"Empecé a ponerme nervioso, pues me parecía mal dejarlas a la vista de todo el mundo, expuestas a que un perro las oliera o un paseante les diera un patada. Intenté entonces esparcirlas un poco..."

3/ Al arrojar las cenizas, coincide con un padre que también va a tirar las cenizas de su hija, fallecida en un accidente de moto. Por cierto estos días se supo del desgraciado suicidio de un padre que se dio muerte en el mismo punto en el que se mató su hija con la moto que le había regalado.
"Le pregunté de quién había sido la decisión de comprarle una moto a su hija.
- De mi mujer -dijo- Yo me oponía porque soy una persona llena de miedos. Me opuse en su día también a que naciera para evitarle sufrimientos. Soy ese tipo de enfermo".


2 comentarios:

Anónimo dijo...

El mundo, el demonio y la carne.
Portugal va de puta madre y Grecia, con un gobierno de izquierdas, baja las pensiones a los jubilados. Cuando las barbas de tus vecinos...

Anónimo dijo...

lo dudas?..el careto es de exseminarista reciclado.
ABT