2015/11/03

EL SUEÑO DEL CELTA, de Mario Vargas Llosa

Si mientras comienzas a leer El sueño del celta intercalas la lectura del periódico sabatino y encuentras un artículo del polígrafo Ignacio Gracia Noriega que alude al novelista peruano, te quedas pensando si será verdad su aserto y por momentos tienes a creer que sí.

De pasada, al comentar una novela de una autora que se estrena, escribe Gracia Noriega “estos detalles de carácter digamos técnico no tienen mayormente importancia si la historia es buena, y en esta ocasión es una historia muy buena. A fin de cuentas, ya ven ustedes que Vargas Llosa no es un buen escritor. Pese a sus éxitos mundanos y a su reconocimiento literario, no pasa de ser un escritor pulcro que hace faenas aseadas, que con el tiempo no será más recordado por su prosa amorfa que en la actualidad lo está quien más se le parece, Gonzalo Torrente Ballester”.

Sin embargo, Vargas Llosa arma una buena historia, que logra intrigar con el paso de las páginas, pero a su prosa le falta la luminosidad impactante de García Márquez.

El sueño del celta plantea grandes cuestiones intemporales: la esquilmación de territorios vírgenes en países del tercer mundo, la falta de escrúpulos de las empresas multinacionales, la política del avestruz de los Estados del primer mundo que amparan los usos de las empresas explotadoras…

La novela interesa por moverse en varios planos. Por ser de actualidad (catalana) te fijas más en las vicisitudes de un hombre que después de luchar por grandes causas en África y Sudamérica, se embarca en la aventura de la independencia de Irlanda. Hablamos del primer cuarto del siglo XX. Se va convenciendo de la necesidad de luchar. Y luchar es combatir. Por momentos confía en la victoria contra Inglaterra si logra el apoyo militar de Alemania, entonces enfrentada con Inglaterra en la antesala de la Primera Guerra Mundial. Sabe, sin embargo, que va a ser derrotado y que llevará a la muerte a los soldados aventureros, pero confiará en que, al estilo de los primeros mártires del cristianismo, su sangre dará fuerzas a la lucha por la independencia.

Desde ese punto de vista plasma las dificultades de manejar (en este caso, de manejos) el/al conglomerado de actores, fuerzas, grupos e instituciones que llevan a un país a la independencia. Por cierto, uno de sus objetivos-puente, como semilla para la secesión, es la instauración del gaélico como idioma.


El título alude a un largo poema épico de ese mismo encabezado que el protagonista escribió en 1906 antes de partir a una de sus aventuras de liberación. Con el paso de los años unos siempre busca la piedra angular que da sentido a su vida, no vaya a ser esta una sucesión de hechos apilados sin ningún pegamento que los aglutine.

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