2015/10/13

QUE NO HAYA FIESTA NACIONAL, NINGUNA FIESTA NACIONAL.


Justamente te llega la fiesta de la Hispanidad leyendo El sueño del celta, de Vargas Llosa, una novela que cuenta, hasta donde llegaste, la vida de un diplomático irlandés en el Congo Belga. Allí instalado, se sale de los circuitos diplomáticos oficiales y elabora un crudo informe sobre los abusos cometidos sobre y contra la población nativa del África central. Justamente lo que, referido a otras latitudes, se cuestiona del día de la Hispanidad.

Hay quien no le ve sentido a que se siga celebrando una fiesta de tintes imperialistas. Es posible. Son conceptos con los que uno se encariñó desde niño, cuando se estaba orgulloso de que algún antepasado hubiera salido conquistador. A un niño no le es exigible otra cosa, seguramente sí a quienes inculcaron historias y leyendas guerreras. Cuesta y hasta duele tener que ir olvidando lo que entró casi con sangre, lo que te lleva a pensar, como ya escribiste hace poco, qué difícil es desmontar los sistemas educativos orientados hacia la secesión.
 
No se puede estar orgulloso de los abusos que España haya cometido en América o que se hayan cometido en su nombre, en nuestro nombre, pero lo hecho, hecho está. Gracias a esos métodos sucios o a otros métodos limpios, el idioma y la cultura son un nexo de unión con millones de latinoamericanos, con quienes nos unen también lazos culturales, familiares y sentimentales. Es cierto que en esas sociedades existe un sentimiento de que les hemos esquilmado. Ladinamente te lo recordó un tendero mejicano en una visita turística: “cómpreme alguna cosa, que un español cuando viene acá siempre se lleva algo”.


Por contraposición, estaban anunciados en Oviedo distintos actos organizados quieres creer que por los propios colectivos hispanoamericanos, aunque alguien podría decir que telemandados por el imperialismo. Estás abierto a admitir todas las hipótesis.

España está en cuestión: la historia, el himno, la bandera, los símbolos, las fronteras, y detrás de ellos muchos valores que definen el sistema político.


Temes que quienes ven un vicio de origen en la fiesta del doce de octubre, tampoco estarán de acuerdo en que el 6 de diciembre, día de la Constitución, la sustituya. Ninguna fecha será buena para las autonomías independentistas, y ves que solamente los votantes centristas se encuentran algo identificados con ese día laico, aunque echan en falta un toque de marcialidad. Tampoco quienes, sin cuestionar las fronteras, ponen el acento en las desigualdades sociales, se sentirían identificados con ninguna fecha. 

¿Será mejor que no haya fiesta nacional?

2 comentarios:

Alipio dijo...

Siempre nos quedará el día del "guasap".

Saludos.

Anónimo dijo...

Cualquiera es buen motivo para celebrar algo juntos. Sea la noche de San Juan, o la Navidad. Siempre alguno estará en contra y no se conformará con no ir a la fiesta: quiere joder la fiesta. Ah! creo que en lo que están todos de acuerdo es en disfrutar del día del orgullo gay